Calazacón, ubicado en la comuna Chigüilpe, se realizan rituales de purificación. Foto: María Victoria Espinosa / EL COMERCIO
Las esencias florales y plantas medicinales son los elementos primordiales para los rituales de fin de año; ceremonias que realizan chamanes tsáchilas y duran tres horas.
En ese tiempo efectúan baños de la suerte, florecimiento, limpias, se rezan oraciones y se hace una reflexión que ayuda al paciente a proyectarse durante el próximo año.
El chamán Abraham Calazacón aseguró que para que el ritual funcione, el paciente debe hacer un análisis sobre sus problemas y cómo solucionarlos. Además, deberá pensar en todo lo bueno que le rodea y en cómo mejorarlo.
Una vez que el paciente hace esa reflexión debe vestirse de blanco e ingresar al consultorio del chamán, que está ubicado en una cueva en el Centro Cultural Abraham Calazacón.
Ahí se entregarán unas flores aromáticas que captarán la atención del paciente para que se relaje de a poco. “Si la persona está enferma, se hará un baño de vapor para que elimine las toxinas del cuerpo”.
Ese ritual se hace con unas piedras que se obtienen en las cascadas de los ríos tsáchilas, porque son considerados lugares llenos de energía. Esas piedras se calientan y quien asiste al ritual debe permanecer en un pequeño cuarto para absorber el vapor de las rocas.
Luego se llevan a efecto baños de florecimiento y endulzamiento. Estos atraerán la buena suerte para el próximo año. Se realizan con rosas, flores y plantas medicinales como la raíz de ortiga, flor de loto, pinco, entre otras.
Según la Gobernación tsáchila, desde hace siete años se hacen controles de las personas que practican estos rituales. Eso debido a que solo pueden hacerlo chamanes certificados por el Consejo de Ancianos Tsáchilas.
El gobernador tsáchila, Javier Aguavil, señaló que desde el 20 de diciembre se están visitando los consultorios de los vegetalistas para certificar esas prácticas.
Cada año, cerca de 3 500 turistas visitan las siete comunas tsáchilas para participar de cualquiera de estos rituales. Al Centro Cultural Abraham Calazacón llegan pacientes de Azuay, Azogues, Manabí, Esmeraldas, Pichincha, Guayas, Imbabura, Tungurahua y Cañar. También, llegan extranjeros y migrantes desde España, Suiza y Estados Unidos. Ellos agendan su cita desde principios de noviembre.
El chamán Héctor Aguavil aseguró que la preparación para los rituales inicia dos meses antes. Eso debido a que un grupo de chamanes debe introducirse al bosque para recolectar las plantas sagradas.
Ellos las recogen junto con sus familiares en un bosque privado, en la vía Quevedo. Según Aguavil, el ritual de fin de año está compuesto de varios pasos. El primero es la purificación, que consiste en eliminar toxinas a través de brebajes. Después deberá someterse a un baño de cajón.
Luego se prepara un brebaje con más de 10 plantas nativas. Esto ayudará a controlar el estrés y dolencias del cuerpo. “Cuando se haya logrado un estado de bienestar, se realiza el baño de la suerte o florecimiento”.
Para ello utilizan flores y rosas de diferentes colores. Para culminar el ritual se realiza una limpia para ahuyentar a los malos espíritus. El vegetalista Juan Calazacón asegura que quienes deseen participar de los rituales también deben prepararse.
Por ejemplo, él recomienda que ingieran al menos dos litros de agua y que hagan una reflexión sobre las cosas que desean cambiar en el 2017. “El paciente debe estar tranquilo, haber perdonado a los demás y a sí mismo. De esa forma las energías positivas ingresarán al cuerpo y mente”, afirmó.
Los chamanes también recomienda a quienes van a estos rituales que cambien malos hábitos para que las energías fluyan en su hogar. “Con las plantas tsáchilas se pueden hacer desde infusiones en casa hasta tenerlas de adorno como fuente energética y de paz”, dijo el chamán Julio Aguavil.