Transexual mexicana sueña con abrir un hogar para la vejez de sus compañeras

De acuerdo a Samantha Flores, una transexual mexicana, el adulto mayor debe 'regresar al clóset' para ser aceptado. Ella planea abrir un hogar para ancianos de la comunidad Glbti. Foto: EFE.

De acuerdo a Samantha Flores, una transexual mexicana, el adulto mayor debe 'regresar al clóset' para ser aceptado. Ella planea abrir un hogar para ancianos de la comunidad Glbti. Foto: EFE.

De acuerdo a Samantha Flores, una transexual mexicana, el adulto mayor debe 'regresar al clóset' para ser aceptado. Ella planea abrir un hogar para ancianos de la comunidad Glbti. Foto: EFE.

"El adulto mayor tiene que regresar al clóset para ser aceptado", afirma Samantha Flores, la transexual mexicana que planifica abrir el primer hogar para que ancianos de la comunidad Glbti puedan pasar su vejez.

Con la meta de erradicar la desigualdad y la discriminación, el proyecto Laetus Vitae: Vida alegre pretende hacer visible la problemática que los miembros de esta comunidad afrontan al llegar a la vejez, asegura.

Confía en que unos 400 000 pesos (USD 21 160) permitirán tener la casa abierta por un año y, aunque ve difícil reunirlos, espera que al menos pueda rentar un apartamento para recibir a unos 30 adultos mayores.

El proyecto funcionará como "casa de día, financiable y perfectible, con miras a ofrecer servicios médicos y residencia propios de un asilo, para que después sea replicado en otros estados", comentó.

Samantha, antes Vicente, nació en Orizaba, Veracruz, y a sus 85 años asegura que si en la actualidad los adultos mayores se enfrentan al olvido de sus familias y las instituciones, entonces "los ancianos homosexuales ni siquiera existen".

Elegante y con movimientos delicados, Samantha camina por el Parque Tabacalera, en el centro de la capital mexicana. Vestida de rojo, sonríe y dice con voz dulce lo mucho que le agrada este lugar.

Vicente mantuvo su apariencia varonil durante 38 años "por respeto" a su padre, y a la muerte de este decidió convertirse en Samantha, consciente de que perdería amigos y familia y de no saber de qué viviría.

"De niño no sabía que sería Samantha; no jugué con muñecas, no vestía la ropa de mi madre ni me maquillé. Era un niño afeminado sin vello corporal", cuenta feliz con su aspecto femenino actual.

En 2016 cambió legalmente su nombre por el de Samantha Aurelia Vicenta Flores García, Aurelia por su padre y Vicenta por su abuelo.

Asegura no haber sufrido acoso físico ni verbal en su vida, aunque sí llegó a sentirse "discriminada y humillada".

Por las calles aledañas al parque, decenas de sexoservidoras transexuales esperan por los clientes. Samantha mira y admira sus zapatos: "¡Qué lindas zapatillas azules!", dice, señalando a una con empatía.

"Ellas pasan de todo, por eso las respeto y las admiro a muerte. Son discriminadas, pasan hambre, las corren de su casa, vienen de provincia, violentadas... ", suspira.

Denuncia a la sociedad mexicana por hacer "peligroso salir a la calle para la comunidad (LGBT)", y sostiene que su casa fue "una zona de confort" donde no fue cuestionada ni juzgada.

Su padre la trató como una hija más, dice, y confiesa que no anhelaba ser "ni la más bonita ni la del mejor cuerpo", sino simplemente parecerse a su madre.

Contrario a sus "hermanas trans" y al reporte anual de la organización Letra S que destaca que cada mes son asesinados seis miembros de la comunidad LGBT, Samantha puede contar sus experiencias, como la invitación a participar en la Semana del Orgullo Gay en Madrid, España, el año pasado.

Amante de la música clásica y la literatura, y enamorada del Palacio de Bellas Artes de Ciudad de México, que visita con frecuencia, rebasó la edad promedio de vida de su generación en un México de "represión, con marcadas diferencias económicas y sin penicilina".

Su sueño de juventud fue viajar a Estados Unidos con la ilusión de vivir en libertad y, tras ganar la rifa de un automóvil en su trabajo en la Cervecería Moctezuma, escapó de la discriminación.

Al volver a la capital mexicana conoció a dos hombres que la introdujeron a grupos de su comunidad y la llevaron a trabajar en bares y hoteles.

Tiene solo un arrepentimiento en la vida: prefirió viajar a Europa con el dinero de la venta de un apartamento que hoy le daría un ingreso seguro, más allá de los beneficios que le brinda su tarjeta de adulto mayor.

Si bien México es un país de jóvenes con mayor libertad sexual, es necesario para el futuro "erradicar la discriminación a la comunidad y asegurar un punto de encuentro social", asegura.

Estudios señalan que 3,4 % de la población adulta en México se identifica como LGBTI, unos nueve millones, de los cuales un millón son adultos mayores y casi la mitad está en situación de pobreza.

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