Perdió el semestre de la universidad por dedicarse a los juegos de video. Jugaba desde la noche hasta la madrugada y dormía hasta el mediodía.
Aníbal lo hizo rutina. Desplazó sus obligaciones académicas a un segundo plano.
Su apego a los juegos afectó sus relaciones familiares, sociales y sus estudios universitarios.
Habla de la soledad que sintió cuando sus amigos ya no querían quedarse jugando con él y de las amistades virtuales que forjó cuando jugaba en Internet y en las clásicas consolas.
“Solo pensaba en qué nivel me había quedado o en las imágenes qué aparecerían en el juego en línea. Ya no asistía a las reuniones familiares”.
Le costó reconocer ante un especialista, al que acudió ante la insistencia de su familia, que los videojuegos ocupaban la mayor parte de su tiempo.
“Ahora es esporádico, prefiero no jugar. De todos modos sé que es una actividad recreativa y con amigos. No le dedico más de una hora a la semana y solo si es que no hay otro plan”.
Esta adicción a los videojuegos está incluida en el trastorno de control de los impulsos.
Paula Vernimmen Aguirre, médica psiquiatra, especialista en adicciones, define estos trastornos como la pérdida de control sobre la propia conducta en el uso del Internet, por ejemplo.
Algunos síntomas son el deseo irrefrenable de conectarse todo el tiempo y el deterioro de las relaciones sociales.
Son personas que pasan horas frente a la computadora, en la consola de videojuegos, sin poder desprenderse de las redes sociales, los mensajes instantáneos, las salas de chat.
“Duermen poco y mal y algunos postergan la hora del almuerzo y la cena. Otros prefieren comer frente al teclado que en la mesa familiar”.
Lo importante es saber cuando el deseo por jugar o por conectarse a la Red es difícil de controlar. Cristóbal, analista de sistemas, perdió el control desde el momento en que decidió prolongar sus horas de trabajo frente a la computadora.
“Aparte de tener que estar en las computadoras por motivos de trabajo, me metía en foros de todo tipo: deportivos, políticos, de música. Creaba nombres ficticios a veces en un mismo foro. Para participar empleaba cuatro nombres y a veces discutía conmigo mismo”.
Se obsesionó con los que no estaban de acuerdo con él y los consideraba enemigos.
Llegó al extremo de investigar la vida de quienes consideraba le atacaban en los foros virtuales.
“Me quedaba despierto hasta de tarde pensando en cómo podía responder los mensajes”.
La mayoría de sus colegas viven con la tecnología y no son dependientes. “Yo fui desarrollando esa enfermedad”.
Necesitó la ayuda de un psiquiatra y se sometió a todo el tratamiento. No cambió de profesión. Su reto es cumplir con su trabajo y no permanecer más tiempo conectado.
“No importa cuanto tiempo estoy en la máquina sino cómo utilizo ese tiempo. Sé que lucharé toda mi vida contra esto”.
Paula Vernimmen advierte que el tratamiento para las personas con adicción a la tecnología no contempla el uso de medicamentos. La especialista pide a sus pacientes que elaboren un registro escrito de cuánto tiempo dedicaron a navegar, a chatear, a jugar en línea y qué dejaron de hacer por mantenerse tanto tiempo conectados.
Este registro lo lee en presencia del paciente. El propósito es que asuma que tiene dificultades para desligarse de su actividad.
No solo tiene que reconocer el problema, también es crucial que identifique qué factores influyen en el uso no controlado de Internet. El reto es reaprender a realizar un uso moderado.
A Cyntia le costó buscar la ayuda de un especialista. No entendía la vida sin Facebook.
“Me volví esclava de la red social”. No era suficiente conectarse en el trabajo. En casa también se mantenía en contacto con sus amigos hasta la medianoche. “No podía dejar de pensar en lo que mis amigos escribieron en el muro y en lo que yo les respondería. Varias veces soñé que me conectaba al Facebook”.
En su trabajo buscaba la manera de acceder a la comunidad virtual durante las horas laborales. Aprendió a estar en Facebook y al mismo tiempo a enviar los reportes que le exigía su jefe.
Ya no conversaba con sus colegas. A veces dedicaba la hora del almuerzo a subir la fotos a la red.
Adrián Lozano, médico psiquiatra, dice que hay que diferenciar entre una dependencia a la tecnología y una adicción.
El problema es cuando el tiempo que invierten en una actividad electrónica es mayor al que dedican a su familia, a sus actividades académicas.
Lozano ha tenido pacientes que sufren de ansiedad.
Hay casos de niños con gastritis por el excesivo tiempo que permanecen jugando. Secretan más jugos gástricos, producto de la adrenalina que liberan en un juego. Para este médico, la participación parental es fundamental. “Los padres ayudan a definir cuál será el patrón de conducta a seguir para establecer los límites en sus hijos”.
Los ‘twitteros’ reaccionaron
La red social Twitter sufrió ataques de piratas informáticos que lo dejaron fuera de servicio por varias horas. Las reacciones de sus integrantes de esta red fueron inmediatas.
En varias comunidades virtuales, los internautas a escala mundial expresaron su malestar al no poder ingresar al servicio.
Lo llamaron el ‘Twittapocalipsis’. Verónica Sánchez, especialista en nuevas tecnologías, considera que los nuevos
recursos tecnológicos no son responsables de que los usuarios sean más dependientes de ellos.
Considera que es necesario obtener provecho de ellos.
“Hay muchos usuarios que han encontrado trabajo a través de las comunidades virtuales. Gracias a este deseo por socializar, se pueden establecer contactos que nos pueden ayudar”.
Para Javier Domínguez, gerente de proyectos para Nokia, Internet y las redes sociales son recursos tecnológicos que facilitan la vida. “No es necesario tomar distancia de estas plataformas virtuales que son un invento más dentro de otro invento más grande que es Internet” .
Rocío Gómez lleva más de un año como miembro de la red social Twitter y se considero una adicta a esta red.
“La necesidad de estar informada de lo que sucede es importante para mí por mi trabajo, pues soy periodista. Incluso en reuniones con amigos y familiares extraigo el celular para revisar los ‘tweets’.