Apenas finalizó el colegio viajó a Rusia para seguir la carrera de Microelectrónica. Una beca ganada en el Instituto Ecuatoriano de Crédito Educativo (IECE) le permitió a Daniel Mideros estudiar en este país, al este de Europa.
Aunque fue financiado por el Gobierno ruso, el IECE nunca le entregó suficiente información sobre las condiciones de vida en esa nación. Pese a que tenía previsto que llegaría a una residencia estudiantil, a su arribo se enteró que debía compartir un minidepartamento con otros cuatro estudiantes ecuatorianos.
“Recuerdo que el baño estaba en muy malas condiciones; había ratones. El lugar donde habitábamos parecía una cárcel. Realmente todos nos llevamos un susto”. Tenía 18 años cuando este quiteño llegó a Moscú, donde no solo cursó la universidad, sino también el doctorado. Hoy es PhD en Física de Semiconductores.
El convenio con el IECE establecía que una vez finalizados los estudios tenía que regresar a Ecuador, donde debía permanecer por un período mínimo de tres años. “Nunca me dijeron que el IECE me iba a ayudar a buscar trabajo. Solo tenía que retornar”.
Tuvo muchas dificultades para convalidar los títulos y estuvo casi dos años sin trabajo.
La única universidad que le permitió trabajar con los títulos rusos fue la Universidad Tecnológica Equinoccial (UTE), donde es profesor de Mecatrónica.
Aunque desearía dedicarse solo a la investigación, Mideros está satisfecho con su cargo actual. “Siempre me gustó enseñar”.
Manuel Eliseo Costa también se especializó en Rusia. Estudió Virología en el Instituto de Virología D.I. Ivanovsky de la ciudad de Moscú, donde estuvo tres años. Viajó con un crédito del IECE y la beca fue otorgada por la Academia de Ciencias Médicas.
“Retorné al país con un diploma de especialista, lleno de ilusiones y con conocimientos que esperaba sean de utilidad para el país. Me desilusioné enseguida. Siempre eran las mismas respuestas: linda especialidad pero no existen fuentes de trabajo”.
En otros lugares le comentaban que para su campo ya había otro médico que -según Costa- no era especializado en el área.
En el 2007 recibió un contrato para trabajar en la Dirección Provincial de Salud de Loja, concretamente en la Clínica del VIH/Sida, y apenas dos años después le notificaron que la partida de Virólogo, en planes de creación, fue reclasificada por la de radiólogo.
“La virología, o mejor dicho las enfermedades virales, no se las aprende en cursos de capacitación, como se lo hace aquí, de unas horas o en el mejor de los casos de algunos días”.
Costa comenta que estudiar en el exterior exige una serie de sacrificios personales y económicos. “Tenemos el reto de aprender un nuevo idioma, adaptarnos a una sociedad con diferentes costumbres y cuando retornamos al país, las condiciones son peores que cuando partimos”.
Aunque estudió Virología, ahora se desempeña como médico general, en un centro de salud en Catamayo, a 36 km de Loja.
A Róger Peñaherrera también le ofrecieron un trabajo en un área en la cual no se especializó.
Al regresar de Alemania, tras terminar sus estudios de doctorado en Mecatrónica, en el país le ofrecieron trabajos con un sueldo básico. “Cuando estaba en Alemania me pagaban 2 000 euros como ayudante de investigación.
Después de tanto buscar, consiguió un trabajo en el Oriente, en perforación de pozos petroleros. “Me especialicé en control de motores robóticos y allí estaba yo trabajando para una petrolera”.
Durante una década permaneció en esta labor y por una decisión personal abandonó este trabajo que lo alejó tanto tiempo de su línea de investigación.
Ahora es profesor universitario en la carrera de Mecatrónica.
“Cuando uno es extranjero y aunque tenga trabajo se siente al margen, como ilegal y cuando regresas a tu país y no te reconocen ni el título, te sientes también como extranjero. Es duro”.
Para Ángel Fabián Villavicencio, becario, en el país no se cumple la política de reinserción anunciada por la actual Secretaría Nacional de Educación Superior, Ciencia, Tecnología e Innovación (Senescyt). “No se pone en práctica, eso me pasó a mí”.
Este joven, oriundo de Santo Domingo, se ganó una beca del Gobierno ruso para cursar la carrera de Medicina Veterinaria en la Universidad rusa de la Amistad de los Pueblos, donde finalizó sus estudios. Cuando retornó al país no encontró trabajo en su área.
“Me dedico a todo, menos a la investigación científica en mi campo de estudio. Ahora soy docente en Investigación Básica e incursioné en el área turística”.
Villavicencio dice que aunque tenía una entidad auspiciante, cuando regresó esta institución no le ofreció un trabajo en su área de estudio. Pese a los compromisos adquiridos por las universidades auspiciantes, muchos investigadores no logran reinsertarse.
Este es el caso del investigador Juan Bravo, quien tras realizar un doctorado en Ciencia y Tecnología de Alimentos, en Valencia, España, no pudo reincorporarse a la Escuela Politécnica Nacional.
Dice que las condiciones no fueron las más favorables.
Jenny Ruales, profesora principal de la Politécnica Nacional, explica que Bravo obtuvo una beca a nivel de doctorado con el programa Alfa, de la Unión Europea.
El objetivo, señala, era que Bravo se reincorporara al Departamento de Ciencias de Alimentos y Biotecnología.
“Durante sus estudios en el exterior hubo un cambio de administración en el Departamento y le dijeron que ya no lo necesitaban”.
Lo mismo le ocurrió a Catalina Vasco, quien viajó a Suecia para especializarse en el campo de los antioxidantes en productos locales. Mientras cursaba sus estudios en el exterior, se enteró que en el Departamento de Ciencias de Alimentos hubo un cambio de jefatura. Cuando retornó, no pudo reinsertarse en este Departamento, donde trabajó antes de viajar a Suecia.
“Me dijeron: ‘No necesitamos personal’. Me fijé un año de plazo para buscar trabajo en Ecuador y si no lo encontraba estaba dispuesta a irme al exterior, porque cuando uno está afuera hace muchos contactos”.
Antes de que se cumpliera el plazo, la contactó Florinella Muñoz, profesora de la Politécnica Nacional, quien le propuso formar parte del equipo de Ciencias Nucleares. Aunque no era su área, podía aprovechar sus conocimientos en Química.
Así que aceptó la propuesta, porque en el exterior se formó en investigación. “Claro que lo ideal hubiera sido trabajar en el Departamento de Ciencias de Alimentos, pero se dio otra oportunidad”.
Un plan de apoyo ejecuta la Senescyt
María José Garcés, directora de Fortalecimiento de la Senescyt, explica que antes de iniciar sus estudios, los becarios deberán contar con una institución auspiciante, que puede ser una universidad, entidades públicas, privadas sin fines de lucro o privadas con fines de lucro.
“A cualquiera de ellas se vincularán laboralmente al término de su carrera, cuando retornen, luego de acabar sus estudios, al Ecuador”, comenta.
De acuerdo con la Senescyt, el rol de la institución auspiciante es garantizar la transferencia de los
conocimientos adquiridos por los becarios en las universidades del exterior. Garcés precisa que las instituciones auspician a un determinado becario porque su perfil puede aportar a la entidad cuando retorne a Ecuador.
La funcionaria advierte que en Senescyt están conscientes de las dificultades que enfrentan los becarios, como el idioma. “Hemos creado un programa de reforzamiento académico que busca dotar a los becarios de las herramientas necesarias para realizar de forma exitosa su programa de estudios”.
Este programa desarrollará las destrezas académicas, incluyendo la suficiencia del idioma en el que se realizarán los estudios, de los becarios, antes de su viaje.
Garcés dice que este organismo incrementó de forma significativa los montos de las becas otorgadas. Solo como referencia, hasta el año pasado un becario que estudiaba su doctorado en Estados Unidos recibía USD 70 000, hoy puede acceder a un monto que, dependiendo de cada caso, puede llegar a USD 158 000.
Esta cantidad, según la Senescyt, le permitirá cubrir todos los gastos asociados a los estudios, y no tener ningún tipo de preocupación más allá de la académica.
Punto de vista: Francisco Cadena/ PhD en Polímeros
‘Hay que escoger temas de interés’
Salir del país, aventurarse en otros mundos, es una experiencia -casi indispensable diría yo- para quienes quieren apoderarse del fuego de Prometeo y traer luces de desarrollo para nuestra gente.
Para que esta experiencia sea lo más fructífera posible, es necesario que sea producto de una profunda reflexión sobre la pertinencia del conocimiento a ser adquirido.
Lamentablemente existen, no pocas personas, quienes se han especializado en temas de interés casi exclusivo de los países que les dieron acogida. Al regresar a nuestra realidad, se desencantan por las pocas posibilidades de insertarse adecuadamente en nuestro medio.
No obstante, actualmente en nuestro país existen vientos frescos y potentes de renovación de nuestra sociedad.
Por vez primera, existen planes de desarrollo estratégico científicamente diseñados y la voluntad firme de ejecutarlos.
Estos elementos combinados con los intereses de la persona y de la Institución de acogida a su retorno deben permitir decidir respecto de los ámbitos de especialización más adecuados.
Los estudios
Luis Madrid, becario en Rusia, donde estudió Ecología, considera que el Gobierno debería legalizar los títulos de los ecuatorianos que estudian en Rusia. Dice que el trámite es largo y costoso.
El objetivo para la Senescyt este año es otorgar 1 000 becas a profesionales ecuatorianos para que cursen sus estudios de posgrado en el exterior.
El IECE tiene previsto invertir durante este año más de USD 91 millones en la educación. Esta inversión permitirá ofrecer 15 940 créditos educativos.
De acuerdo con datos del IECE, en el primer trimestre de este año, 3 300 ecuatorianos ya accedieron al crédito educativo, con una inversión que hoy supera los USD 19 millones.
Entre enero y febrero de este año, el IECE asegura que invirtió USD 2 139 018 en créditos para estudiantes que están cursando sus estudios en el exterior. Los estudiantes provienen de distintas regiones del país.