El uso excesivo de los teléfonos celulares y, en especial del BlackBerry, se integra a la larga lista de epidemias tecnológicas de este siglo. Un reciente estudio desarrollado por la Universidad de Maryland, en Estados Unidos, revela que quienes los emplean de forma continua se acostumbran a controlar el celular aunque no reciban ninguna llamada o mensaje.
En este centro de estudio, un grupo de investigadores descubrió que la mayoría de los estudiantes cuando no tenían el BlackBerry, presentaban síntomas de abstinencia y sus niveles de ansiedad se incrementaban.Se demostró que 24 horas sin el aparato eran suficientes para observar alteraciones en el ánimo de las personas.
La misma investigación advierte que hay personas que al no tener su teléfono, tienen reacciones equiparables a las que sienten quienes perdieron un brazo o una pierna.
Los médicos lo llaman el Síndrome del miembro fantasma y es la percepción de sensaciones de que un miembro amputado aún está conectado al cuerpo y funciona con el resto de este.
Para los científicos de esta universidad, el cerebro integra el teléfono celular a la estructura corporal. El cerebro interpreta las señales del teléfono móvil como partes del cuerpo y por este motivo hay personas que siguen sintiendo que este vibra o timbra aun en ausencia del teléfono.
Ramiro Andrade dice que varias veces ha sentido que su teléfono vibra en el bolsillo de la chompa. Cuando lo mira, comprueba que nadie lo ha llamado.
“No sé si será un reflejo condicionado o un hábito, pero desde que me pasó apago el teléfono cuando salgo del trabajo para desconectarme un chance”.
En realidad, puede tratarse de un hábito que el cerebro adquiere a base de recibir llamadas constantemente.
Ramiro Andrade comenta que no solo empleaba el teléfono para navegar, enviar y recibir mensajes, también era su despertador. Lo programaba para que sonara a una determinada hora.
“Hay amigos que lo programan para que sólo suene de lunes a viernes”. Hay algunos teléfonos inteligentes que incorporan alarmas programables para que los padres no olviden de recoger a los hijos en la escuela o de darles el jarabe a una determinada hora del día. Un reciente artículo publicado en el diario francés Le Monde revela que los teléfonos inteligentes pueden generar un ‘estado de atención parcial continua’, es decir, esa necesidad, casi inexplicable, de estar ocupados y siempre atentos, pero nunca centrados en algo concreto. Verónica Sánchez, especialista en nuevas tecnologías, dice que los usuarios hiperconectados, con regularidad, intercambian mensajes en línea, hablan por teléfono, bajan música de la Red; todo de manera simultánea y sin concentrarse en nada. Jimmy Artieda, ingeniero comercial, no se considera un usuario dependiente del teléfono BlackBerry. No lo usa para el trabajo, sino para mantenerse comunicado con su esposa, amigos y familiares.
Para Gonzalo Matovelle, médico psiquiatra, es una herramienta muy útil. “Mi historia es interesante, porque soy adicto y adepto a la tecnología, me encanta explotarla”.
Dice que el teléfono inteligente tiene que estar a su servicio y no al revés. Matovelle recibe antes de las 07:00, noticias de actualidad de psiquiatría, medicina interna, neurología.
También recibe información sobre los medicamentos que fueron descontinuados y los fármacos descubiertos.
“Tengo mi teléfono prendido como hasta la medianoche, pero lo apago, porque sino no puedo dormir, ya que hay personas que en ocasiones envían mensajes intrascendentes”.
El médico precisa que mientras el teléfono no llegue a cambiar los hábitos de las personas, es una herramienta útil.
“Me incluyo en el grupo de personas que puede olvidarse las llaves de la casa, la billetera, pero jamás el teléfono”.
El trastorno de la atención
Una investigación científica realizada por académicos de la Universidad de California comprobó que las alertas de correos electrónicos, que llegan a los teléfonos inteligentes distraen la atención de los trabajadores.
Vigilaron a empleados de dos firmas de alta tecnología y descubrieron que el trabajador promedio pasa únicamente 11 minutos en cualquier proyecto antes de ser interrumpido.
El exceso de interrupciones también puede afectar las funciones cognitivas. Una de ellas es la toma de decisiones.
Con regularidad, señala el estudio, las personas se toman cerca de 10 a 15 minutos para reanudar de manera productiva una tarea exigente cuando son interrumpidos por una alerta de correo electrónico.
Las interrupciones también pueden influir en los procesos cerebrales que clasifican señales entrantes.
El hecho de verse obligado a desviar la atención por los mensajes puede ocasionar pérdida de memoria y disminuir la precisión de la memoria. De acuerdo con un artículo publicado en la revista Newsweek, la atención fragmentada también dificulta la creatividad, la comprensión y la resolución de problemas.