Las tarjetas digitales se ganan espacio entre los consumidores, en esta época. Una semana antes de la Navidad, Wendy Reyes, por ejemplo, pide a su familia que se ponga algo lindo para una foto, con la que prepara las tarjetas para sus amigos.
“Yo no escojo una tarjeta de algún portal de postales virtuales. Prefiero hacerlas digitalmente”. Primero elige una foto digital familiar y luego trabaja en la edición de la tarjeta navideña.
La joven de 35 años se toma media mañana para realizar cada postal en Power Point y otros programas de edición fotográfica. Minuciosamente escoge los diseños navideños para cada tarjeta, porque ninguna se puede repetir.
Carlos Souto, de 26 años, opta por postales tradicionales. Él prefiere ir a los locales comerciales unas semanas antes de Navidad, para ver más variedad.
Este año, Carlos compró nueve tarjetas. Algunas las entregará físicamente y el resto las enviará a sus amistades y familiares que viven en el extranjero. Pero no por Internet, sino por correo tradicional.
Por eso, cuando en la bandeja de entrada de su correo electrónico llega alguna postal virtual no la abre. “Las envían en masa. Para felicitar a alguien es mejor una tarjeta permanente y personalizada, a la que le dedicas tiempo”.
Para Wendy, la tarjeta virtual guarda igual significado que la física. “Toma tiempo y es un gesto para quienes no están presentes pero se los lleva en la memoria”.
Alejandra Lecaro, de 24 años, usa los dos tipos de tarjetas, aunque prefiere las de papel. Tres días antes de Navidad compra seis tarjetas. “Con puño y letra escribo lo que siento, es una forma de mostrar más cariño, que en un teclado que no plasma lo sentimental”.
En cambio, a sus familiares y amigos que viven en el exterior les envía postales electrónicas, que escoge de un portal web.
Con la ayuda del ‘mouse’ y del teclado, en media hora Maritza Tello, de 22 años, arma una tarjeta digital. En el centro, resalta su foto y un mensaje. Así, está lista para adjuntarla como mensaje a sus contactos del Facebook.
Para Juan Pinto, de 23 años, entregar una tarjeta tiene un valor sentimental grande, porque involucra esfuerzo y dedicación. Pero dar una tarjeta de alguna fundación “tiene un valor doble”. “Se valora el esfuerzo de quien la hizo para una buena causa, además de sacarle una sonrisa al que se la dé”. La Fundación Niños con Futuro realiza cada año tarjetas para los regalos, con el fin de recaudar fondos para la Unidad Educativa Felipe Costa Buchwald.
Ante la competencia tecnológica, Isabel Aguirre, directora ejecutiva de la fundación, señala que hacen un estudio de mercado y mediante un cálculo emiten las tarjetas. “Antes nos iba bastante bien, pero el año pasado hubo una baja de 50% de las compras”. El uso de mensajes por celular y por computadoras es la causa.
Para competir, la fundación creó un cuerpo de voluntarios. Ellos realizan gestiones con empresas para que adquieran tarjetas o las tomen a consignación para que sean colocadas en las perchas. De ahí las escoge Juan, según el mensaje que lleven.
“Son sensaciones que una tarjeta electrónica no da por muy bonita que sea”, concluye.