Daniel Carrión ha cruzado la cinta en Perú
(foto), Argentina y EE.UU. En el 2015 lo hará en Chimborazo. Foto: Cortesía
La mirada debe fijarse en un punto al final de la cuerda. Mientras se camina, se escucha al fondo el paso de las aguas del río Tomebamba, en el centro de Cuenca. Pero la concentración es vital para equilibrar el cuerpo y practicar con éxito el slackline (cuerda floja).
El Barranco del Tomebamba es el sitio preferido para desarrollar esta actividad en la capital azuaya. Una vez a la semana David Íñiguez, de 28 años, enseña en este sitio este deporte a 19 personas. Su especialidad es el estilo libre.
Lo fundamental es tener dos árboles o pilares a una distancia de 15 a 25 metros de largo, para templar la cuerda. No se requieren ni casco, ni coderas, ni rodilleras, porque se camina a unos 50 centímetros del suelo y el césped amortigua las caídas. En el estilo libre se puede saltar o adoptar posiciones.
Mateo Pauta es hábil para ponerse en posición de Buda sobre la cinta. Camina con soltura y ante cualquier movimiento se equilibra con sus brazos. Cuando llega a la mitad del trayecto, acomoda su pie derecho y luego el izquierdo para bajar lentamente y sentarse. “Se necesita fuerza y control en las piernas para aguantar el peso y bajar despacio”, dice Íñiguez, quien practica esta modalidad desde hace seis años.
Sus amigos José Guillermo y Anderson Arias también lo practican. Otros trucos son saltar y girar 360 grados. El slackline tiene secretos como mantener una adecuada respiración para relajar los músculos y flexionar un poco las rodillas para que el cuerpo no esté tensionado.
En El Barranco del río Tomebamba, decenas de cuencanos y turistas miran cómo los jóvenes cruzan la cinta. Según Íñiguez, se puede practicar en cualquier sitio mientras se disfruta de un paseo familiar o con amigos. “Demanda esfuerzo físico, pero se disfruta del paisaje y se establecen retos”.
El slackline tiene otra modalidad: la de altura. El cuencano Daniel Carrión es un experto y uno de los pocos que lo practican en el país. En el 2005 colocó unas chapas en el cerro de la Virgen, en el Parque Nacional Cajas, al este de la capital azuaya. Allí, se tiempla la cuerda en una distancia de 10 metros y a 40 metros de altura. Ni el vértigo ni los nervios están permitidos. A este sitio se llega a través de la vía Cuenca-Molleturo y desde la zona denominada la Virgen de El Cajas se caminan 40 minutos por un sendero.
Para cruzar se necesita arnés y tender dos cuerdas de seguridad, por si se rompe una. “Se puede empezar con 1 metro, 5 metros… y practicar las caídas con el arnés porque es el principal temor”. Él y su amigo José Cobos han practicado esa modalidad en el país y en el exterior.