En ‘Rápidos y furiosos 7’, James Wan conmueve con un homenaje a Paul Walker. Foto: IMDb
Con ‘Furious 7’ se cierra un ciclo que empezó en el 2001 cuando un grupo de delincuentes expertos en autos eran perseguidos por un novato agente de Policía encubierto.
En la séptima entrega de la saga automovilística, ese agente es parte de un clan liderado por Dominic Toretto (Vin Diesel) que ha pagado sus deudas con la justicia y trata de retomar una tranquila vida familiar. Pero el hermano del último enemigo derrotado quiere venganza y el equipo se ve obligado a aliarse con una agencia del Gobierno que, a cambio de recuperar un sistema de vigilancia, ofrece ayuda para neutralizar al nuevo enemigo.
Para el director James Wan, esta se convirtió en la oportunidad para iniciarse en el cine de acción tras un exitoso comienzo con el terror (‘Saw’, ‘Insidious’).
Con ritmos latinos en el ‘soundtrack’, mucho caucho quemado sobre el asfalto y combates bien coreografiados, Wan deja su propia huella con un contraste visual que se adapta a las distintas geografías que recorre la cinta y un trabajo de cámaras que causa vértigo y suspenso en las escenas más llamativas.
La aparición de Jason Statham le permite a Wan modelar un personaje potente que se adapta bien al trabajo de Vin Diesel, Dwayne Johnson o Tyrese Gibson, que no tienen problemas para meterse en los personajes que conocen de memoria.
En general, es un juego de mucha acción que conmueve para honrar la memoria de Paul Walker, pero que por momentos también desborda los límites de la coherencia y verosimilitud.
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