En la foto, la Unidad de Quemados del hospital Francisco de Ycaza, del Ministerio de Salud, en Guayaquil. Foto: Joffre Flores / EL COMERCIO
Luisa Castro sintió una fuerte detonación y de inmediato salió de su casa. En medio de una multitud vio a su hijo José Luis, de 13 años de edad, tendido sobre la calle.
“Había pateado una torta de camaretas que estaba en el piso; y explotó. Quedó inconsciente”, contó la mañana de este martes 3 de enero del 2017, en el exterior del área de Emergencia del hospital Francisco de Ycaza Bustamante, del Ministerio de Salud en Guayaquil.
Entre diciembre pasado y los primeros días de este mes, el pediátrico ha reportado 18 casos de menores que ingresaron debido a quemaduras generadas por materiales explosivos. “La manipulación es más peligrosa cuando son de manufactura artesanal”, explicó Jaime Romero, responsable de la Unidad de Quemados, quien además indicó que la cifra de casos es solo un poco menor en comparación con años anteriores.
José Luis y otros dos menores ingresaron al Francisco de Ycaza entre el 31 de diciembre y el 2 de enero. Rafael Falcones, encargado del área de Emergencia, explica que los otros niños, de 7 y 9 años, también sufrieron quemaduras de segundo y primer grado.
Uno de ellos además es atendido por un traumatismo cerebral. La explosión de una camareta lo disparó y sufrió un fuerte golpe en la cabeza. El menor requirió ser internado en cuidados intensivos debido a una hemorragia intracraneal.
En el 2016, el Ministerio del Interior y entidades como el Cuerpo de Bomberos de Guayaquil emprendieron campañas para reducir el número de víctimas por materiales explosivos, durante los festejos de diciembre. Sin embargo, se registraron dos grandes accidentes en fábricas y bodegas clandestinas de petardos. En Santa Rosa (El Oro) dos personas fallecieron. Y en Babahoyo (Los Ríos) una persona murió mutilada durante el estallido.
Carlos Olivo, de 19 años, es la víctima más reciente. El 19 de diciembre se encontraba en el interior de la bodega que estalló en el centro de Babahoyo y donde encontraron diez quintales de camaretas y otros explosivos artesanales.
La detonación dejó diez heridos, 19 viviendas afectadas y dos fallecidos. Carlos murió el lunes, después 13 días de hospitalización en la Unidad de Quemados del Luis Vernaza.
Otros hospitales de Guayaquil también se suman a las estadísticas de heridos. Durante diciembre y los primeros días de enero el hospital Roberto Gilbert, de la Junta de Beneficencia, ha atendido a 15 niños lesionados por manipular volcanes, chispeadores y camaretas. La cifra es superior a la del 2015, cuando reportaron 11 casos.
En Navidad, tres niños de entre 4 y 6 años de edad fueron hospitalizados. Y otros tres pequeños, de 8 y 9 años, recibieron tratamiento ambulatorio.
En Año Nuevo atendieron a cuatro más de manera ambulatoria. En tanto que otros cinco pacientes, de entre 9 y 14 años de edad, están internados en la Unidad de Quemados. Dos de ellos sufrieron amputaciones.
La recuperación suele ser larga y costosa. Implica continuas limpiezas quirúrgicas, para las quemaduras de menor grado; e injertos para las quemaduras más profundas. Ceguera, problemas auditivos y amputaciones son parte de las secuelas.
La mañana de ayer, los padres de José Luis esperaban los resultados de un examen oftalmológico en el Francisco de Ycaza. Por la explosión de la torta de petardos, parte de la pólvora afectó sus ojos.
Luis Fernández, su padre, recuerda que llegaron al hospital en la madrugada del 1 de enero. La familia pasó las últimas horas del 2016 en casa y una hora después de la quema de los monigotes ocurrió la emergencia.
Ahora solo puede ver a José Luis por unos minutos al día y aún no saben cuándo le darán el alta. “Perdió las cejas y también se le quemó parte del pelo. Está con los ojos cerrados y no sabemos si verá bien. Nosotros ni siquiera compramos un año viejo, solo salimos a ver lo que quemaban los vecinos del barrio. Él se apartó unos cinco segundos de mi lado y después oí la explosión”.