La actividad pesquera une a cholos y afros en Esmeraldas

Ambas comunidades se ha juntado en torno a la pesca, pero ya comparten tradiciones y fiestas

Ambas comunidades se ha juntado en torno a la pesca, pero ya comparten tradiciones y fiestas

Ambas comunidades se han juntado en torno a la pesca, pero ya comparten tradiciones y fiestas. Foto: Marcel Bonilla

El trasmallo de color verde con el que pescaban Luis Parrales, Marcelo Bailón y Pedro Ayoví, a 20 millas de las costas de Esmeraldas, se enredó por una fuerte corriente marina. Las labores de desenredo ocuparon más de dos horas a los pescadores artesanales, que atracaron de madrugada en los pantalanes del Puerto Artesanal Pesquero de Esmeraldas (Papes).

Pedro Ayoví es un afroesmeraldeño que pesca cinco años con Parrales y con Bailón (cholos manabitas), pero lleva 20 años dedicado a esta actividad. Los tres mantienen una relación laboral y de amistad. “Hemos aprendido a respetar nuestras propias creencias y costumbres”, señala Ayoví, en medio de bromas, mientras terminan de sacar las últimas albacoras y los peces botella que están enredados en la malla.

La pesca ha unido a cholos y afros por más de 50 años en la ciudad de Esmeraldas. Los primeros migrantes provenientes de Jaramijó (Manabí), se asentaron en la parte alta del barrio El Panecillo, norte de la ciudad de Esmeraldas, donde habitan unos 3 000 cholos, más del 50% dedicados a la actividad pesquera artesanal. Se ubicaron ahí por estar cerca al Puerto Artesanal Pesquero o en La Bocana, en el sector de Las Palmas.

A afros y a cholos se los observa remendando sus trasmallos o preparando los anzuelos para la pesca de dorado, picudo o banderón. Lo hacen en completa camaradería en las afueras de sus casas. No solo están en El Panecillo sino en barrios adyacentes, como Coquito Alto, Coquito Bajo, El Embudo y Tercer Piso, parte alta de la ciudad. Ocuparon esas zonas cuando la población creció y en El Panecillo no había más espacios para construir casas.

Asimismo, los pescadores que llegaron de Manta y de Picoazá también se asentaron en barrios de la ribera del río Esmeraldas. En sectores como Nueva Esperanza Norte, Bellavista Norte, 5 de Junio, Puerto Limón y El Palmar, donde predomina la presencia de afros, hay un gran número de pescadores manabitas. Ellos aprendieron a convivir con los afros de la zona y que también se dedican a la actividad pesquera.

Ahora degustan del tapado de pescado ancestral (comida tradicional esmeraldeña), bailan salsa y escuchan vallenatos (géneros musicales influenciados por estar cerca de la frontera colombiana).

Neri Mero es uno de los armadores pesqueros que provino de Jaramijó hace 30 años. En sus tres embarcaciones pesqueras trabaja con cinco afroesmeraldeños en las labores de pesca de trasmallo. Cuenta que, pese a las distintas costumbres, lograron una buena convivencia. Comparten las actividades del mar y hasta la forma de comer pescado asado, una de las costumbres de los pescadores manabitas.

Por ejemplo, Bolívar Quintero, uno de los marineros afros, faena desde hace 10 años con Mero. Pero también hay afros como Dover Valdez, quien en su flota pesquera ha incorporado a siete pescadores manabitas, porque son buenos navegantes y conocedores de los bancos de pesca.

En Esmeraldas hay más de 17 000 pescadores, de los que se registran más de 4 000 en la ciudad, según la Unión Provincial de Cooperativas Pesqueras de Esmeraldas (Uprocoopes).

Los cholos se ubican en las regiones costaneras de Manabí (zona sur), Santa Elena y Guayas (norte). Mientras que los afroecuatorianos se ubican en las provincias de Esmeraldas, Guayas, Imbabura, algunas zonas de El Oro y en el norte de Manabí, y muchos dependen de la pesca y de la recolección de mariscos, sobre todo los que están en la región costera.

Los pescadores afro han logrado identificarse con las fiestas que organizan los ‘cholos de El Panecillo’, como se los conoce. Ellos celebran a sus santos como San Pedro (patrono de los pescadores) y San Pablo, y a la Virgen de Monserrate; fiestas que congregan a cientos de afros y cholos todos los años.

Esta relación cercana que hay entre afros y cholos también ha desembocado en que se unan en matrimonio, como es el caso de Miguel Mero (cholo) y Tatiana Guagua (afro). El antropólogo Edison Güisamano asegura que la convivencia entre ciudadanos de estas dos culturas hace que finalmente haya uniones de este tipo.

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