Los hermanos Paula (izq.) y Andrés Sagbay, oriundos de San Bartolomé, en su caminata al santuario de El Cisne. Fotos: Xavier Caivinagua para EL COMERCIO
María Lalbay tiene 55 años y recuerda que desde niña viajaba a la parroquia lojana de El Cisne en compañía de sus padres. Lo hacían con la finalidad de visitar a la imagen de la Virgen de El Cisne, que se venera en esa localidad.
Esa devoción se mantiene y la comparte desde hace 36 años con su esposo, Gabino Lalbay. Ellos pertenecen a la comunidad indígena de Chunazana, ubicada en el cantón azuayo Nabón. En agosto de cada año, no hay excusas para no ir al santuario de El Cisne.
Sus labores agrícolas y la cría de animales quedan a cuidado de sus familiares. La peregrinación es en bus y la cumplen junto a su hija Zoila (35 años) y su nieto Guillermo (16), quienes residen en Quito. Ella trabaja como empleada doméstica desde hace 17 años.
El viernes pasado, la familia Lalbay esperaba un bus en la entrada a Nabón, para trasladarse a Loja y de allí tomar otro vehículo con destino a El Cisne. María y su hija Zoila lucían elegantes polleras bordadas; además, usaban sombrero de paño y una chalina para el frío.
En una maleta llevaban la ropa para tres días de ausencia del hogar y en un canasto se encontraban los alimentos para dos días. “Llevamos cuy y pollo asado, carne frita, fréjol y mote, allá solo calentamos”. Antes del viaje, también prepararon pan en horno de leña.
Como ellos, miles de indígenas y mestizos visitan cada año a la imagen de la Virgen, para agradecer por los milagros y favores recibidos. El 15 de agosto es la fiesta principal en El Cisne y dos días después, emprende su viaje hasta Loja, cuyo arribo es el 20 de agosto.
María Lalbay y su hija Zoila Lalbay esperan el bus en la entrada al cantón Nabón, para trasladarse a El Cisne.
En los tres días de caminata y uno de descanso, cientos de devotos azuayos, especialmente campesinos, se trasladan a la parroquia de El Cisne en bus, bicicleta o a pie. El viernes pasado, familias enteras caminaban por la vía Cuenca-Loja. Lo hicieron temprano, para evitar el sol.
Un grupo de jóvenes de entre 14 y 24 años empezó a caminar a las 21:00 del miércoles pasado, desde la comunidad Pamar Chakrín de San Bartolomé, perteneciente al cantón azuayo Sígsig. Ellos planificaron llegar a El Cisne después de cuatro días de caminata.
La mayoría usaba calzado de lona, cuyo objetivo era evitar su peso; sin embargo, se quejaban porque sentían que el pavimento les quemaba los pies. Cargaban mochilas y en su interior llevaban linimento y alcohol para aliviar los dolores musculares, también agua, comida y melcochas.
En ese grupo de jóvenes se encontraban las hermanas Jéssica y Paula Sagbay, de 14 y 16 años. Las acompañaban su hermano Andrés y sus primos Robinson y Leonel Sagbay. Juan Pachar sostuvo que, “somos del campo y estamos acostumbrados a caminar, pero sí es complicada la travesía”.
Los habitantes de las diferentes comunidades del Azuay son quienes más cumplen con promesas consideradas extremas. José Quituisaca, por ejemplo, encabezó un grupo que emprendió su caminata a las 21:00 del jueves pasado desde Quingeo, una parroquia rural de Cuenca.
Él trabaja de albañil, tiene 27 años y está convencido que todo sacrificio vale la pena por estar cerca de la imagen de la Virgen de El Cisne. “La Virgencita me curó una lesión de la pierna y creo que le debo un favor. Voy a darle gracias por la salud y la vida”.
Mientras, Justin Santos, José Pino, Édison Tenemea y José Guanaquiza decidieron trasladarse a El Cisne en bicicleta. Lo hicieron desde la comunidad de Cochapamba Grande, en Quingeo. Según Tenemea, de 17 años, “la devoción a la Virgen es una tradición que nos inculcaron nuestros padres”.
Historia
La aparición de la Virgen de El Cisne, a unos indígenas, data del 12 de octubre de 1594.
Romería
Tres días durará la caminata entre El Cisne y Loja, que se iniciará este 17 de agosto.
Multitud
Se calcula cerca de 500 000 personas en la caminata anual, incluso extranjeros.
Tradición
Diferentes grupos de danza llegan a El Cisne para ofrecer sus bailes a la ‘Churonita’