La obra de Céleste Boursier-Mougenot, representante de Francia en la Bienal de Venecia, es una de las que está en exposición. Foto: Francois Guillot
La extrema belleza y fragilidad del presente centran la nueva temporada artística del Palais de Tokyo de París, donde este 22 de junio se inauguran cinco grandes monográficas reunidas en el título ‘Le Bel Aujourd’hui‘ (El bello hoy).
Los cinco artistas elegidos -dos de ellos franceses, un danés y dos asiáticos – comparten reflexión de fondo y desarrollan desde ángulos muy diferentes un mismo tema vital, inspirados en un poema de Stéphane Mallarme. “Lo virgen, lo vivaz, lo bello hoy, será derribado de un golpe de ala ebrio”, recita de memoria Jean de Loisy, presidente de esta institución que dedica 22 000 metros cuadrados al arte contemporáneo y que encontró el título de su nueva temporada en un fragmento de ese poema, escrito en 1899.
Para resumirlo, dio la batuta a los franceses Céleste Boursier-Mougenot (1961), representante de Francia en estos momentos en la Bienal de Venecia, y Patrick Neu (1963), artista sorprendente de rigor minucioso que vive al margen del mercado.
Juntos ocupan la primera planta de este no-museo, el primero con la espectacular instalación Acquaalta que permite recorrer el Palacio de Tokio en barca navegando sobre 440 toneladas de agua.
El efecto es inevitablemente veneciano, pero este viaje inicial lleno de reflejos visuales y experiencias sonoras no se realiza en góndola sino en barcas del Loira, creadas para atravesar aguas poco profundas, como los 50 centímetros dispuestos aquí.
Neu, “el más grande artista de hoy”, subraya De Loisy, realiza desde hace 30 años un trabajo muy discreto y muy poco expuesto. Utiliza el humo, el aire, las alas de abejas -con las que confeccionó una increíble camisa de fuerza-, la tierra, la vida de una flor o el vidrio, con el que invirtió 15 años para crear una armadura de samurái transparente y etérea.
Al igual que Céleste con su travesía y con la proyección de las imágenes fantasmales que la acompañan, Neu también busca captar “la traza fugitiva de la pequeña importancia de nuestras vidas, esa pequeña chispa de luz, como una cerilla recién encendida, que es la razón por la que vivimos”.
Completan el elenco el danés Jesper Just (1974), con una instalación audiovisual, Servitudes, en la que habla del control del cuerpo y de su ausencia, la minusvalía; el tailandés Korakrit Arunanondchai (1986) y el chino Tianzhuo Chen (1985), ambos testigos de un mundo cuya cultura se metamorfoseó en los últimos 20 años.
Aunque con gran ironía, esos dos artistas manejan sus respectivas e hipercontemporáneas realidades intentando no perder la posibilidad de una espiritualidad.
Tianzhuo, inédito en Francia, ofrece una mirada triste, irónica y radical sobre la cultura china actual y el tantrismo budista; mientras que Arunanondchai utiliza un lenguaje totalmente nuevo en Europa para hablar del mundo actual, “tan ligero y donde todas las posturas son tan superficiales”, apunta De Loisy.
Con él “entiendes cómo los jóvenes pueden vivir hoy en comunidad, cómo se puede compartir, bailar, ser feliz, vivir en un mundo lleno de residuos y, sin embargo, guardar la posibilidad de una elevación”, en su caso tecnológica, mediante drones.
Los cinco, concluye el experto, “son artistas muy comprometidos con su tiempo, característicos de la diversidad actual y que comparten su sensibilidad especial para expresar la fragilidad de lo que somos”.