Jacqueline Macías es una de las especialistas que tratan a las personas con dolor en el Hospital Luis Vernaza. Foto: Mario Faustos/ EL COMERCIO
Cuando una dosis de analgésicos no es suficiente, cuando se ha recurrido a varios especialistas y la dolencia es persistente; y si la cirugía no es una opción, los servicios de terapia contra el dolor brindan otro tipo de alternativas.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) calcula que cada año entre el 15 y 20% de la población sufre dolor crónico intratable. Les representa no solo un padecimiento físico, sino también un gasto elevado en compra de medicinas.
Es entonces cuando surgen, como un alivio, centros especializados en tratar el dolor agudo y crónico. Atienden a pacientes con fuertes molestias articulares, lumbares, neuropatías, traumatismos, incluso dolor oncológico. Ahora se han convertido en una tendencia.
En Guayaquil, desde el 2006, el Hospital Luis Vernaza de la Junta de Beneficencia cuenta con un servicio de este tipo.
Su directora, la doctora Jacqueline Macías, explica que se aplican varios tratamientos: desde mezclas farmacológicas con opioides y otras sustancias, hasta intervenciones quirúrgicas que son la última opción.
Ayer (05 de agosto de 2014), en uno de los quirófanos del Vernaza, un paciente de 71 años se alistaba para un procedimiento mínimamente invasivo. Hace cuatro años sufrió una caída y desde entonces un intenso dolor en la zona lumbar no se desligaba de él. Recibió múltiples tratamientos y no logró resultados positivos.
Para mejorar su condición le aplicaron una denervación, un procedimiento para restar sensibilidad a la zona afectada.
Previamente, a través de varias pruebas, identificaron la zona de lesión en las vértebras lumbares. La intervención tomó unos 40 minutos.
Tras el efecto de una dosis de anestesia local, Macías colocó tres agujas en el área afectada. Luego, con la conexión a un generador de radiofrecuencia, se emitió una leve descarga de calor. “Eso hace que el nervio deje de transmitir el dolor”, indicó. El efecto dura un año, aproximadamente.
Otras dos cirugías también ayudan a bloquear la reacción de dolor, que surge en el cerebro. Este dolor puede focalizarse en la espalda o en las piernas, pero en realidad se origina en el cerebro.
Empieza en los nociceptores, que son receptores sensoriales capaces de diferenciar entre estímulos inocuos y nocivos.
Estos transforman los estímulos locales en señales que corren a través de las fibras sensoriales hasta el sistema nervioso central. Ahí es donde se traducen en dolor.Para contrarrestarlo se usa estimuladores medulares.
La técnica consiste en colocar un catéter en el espacio peridural (antes de la médula espinal), para luego introducir un dispositivo que descarga impulsos eléctricos.
Esto cambia la percepción de dolor por una sensación de hormigueo o cosquilleo. Así se impide que la sensación dolorosa pase al cerebro”, indicó Macías.
Francisco Vásquez, de 70 años, recibió este tratamiento. Hace 48 años sufrió un accidente que le causó un desgarramiento en la zona del hombro. Por el intenso dolor tuvo que tomar medicamentos por 47 años. A la larga, los fármacos le causaron insuficiencia renal. Pero luego de la operación su dolor disminuyó en un 80%.
Otro procedimiento es el implante de una bomba de infusión. En esta operación también se coloca un catéter en la médula.
Este luego se conecta a una bomba que administra, directamente, una mezcla de fármacos a los receptores medulares. La bomba se coloca debajo de la piel y cada tres o seis meses se recarga con medicamento, según cada paciente.
El grado de efectividad de estas técnicas va, en algunos casos, del 70 al 80%. Solo en la bomba, su costo promedio es de entre USD 20 000 y 30 000. Pero a los seis meses se equipara con el costo de tratamiento que ese paciente requeriría en fármacos, terapia y rehabilitación, que lo necesitaría de por vida”, resalta Macías.
En el Luis Vernaza alrededor de unos 10 pacientes al año entran a estas cirugías. Con otros tratamientos más localizados, como las denervaciones, atienden a más de 100 por mes.
Un tipo de terapia localizada se aplicó a Sonia Rodas. A sus 54 años, la artrosis severa le impedía tener una vida normal. Ni siquiera lograba caminar por los fuertes punzadas en sus rodillas.
Los médicos extrajeron un poco de su sangre. Luego de un proceso en laboratorio obtuvieron su propio plasma, enriquecido con factor de crecimiento. La sustancia se inyectó en sus rodillas.
Antes no podía llegar a mi trabajo”. El pasado viernes llegó a una de sus últimas consultas caminando.
En contexto
Los centros especializados en el tratamiento del dolor agudo y crónico fueron creados tras la Segunda Guerra Mundial, en Estados Unidos. El objetivo era dar atención a los soldados heridos en combate y paliar su sufrimiento. Con el paso de los años mejoraron sus técnicas.