Néstor Pan es presidente de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (Coneau). Foto: EL COMERCIO
Hace 14 años Argentina emprendió un proceso de revisión de la calidad de sus universidades, un total de 120, lo que equivale a una por cada 300 000 argentinos. El plan además incluyó el análisis y acreditación de carreras.
Luego de detectar falencias estructuraron un proceso de mejoras en el cual invirtieron cerca de USD 800 millones. El monitoreo de calidad se mantiene hasta la actualidad. Néstor Pan es presidente de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria (Coneau), organismo encargo de este proceso.
La semana pasada visitó Guayaquil como observador de la acreditación de la carrera Medicina por el Consejo de Evaluación, Acreditación y Aseguramiento de la Calidad de la Educación Superior (Ceaaces).
En el 2000, cuando comenzó la acreditación de carreras en Argentina, ¿cuál era el panorama, cuáles eran las falencias más comunes?
Había una alta tasa de deserción. Con la evaluación a Ingeniería, que fue la primera, comprobamos que había una sola metodología para retener al estudiante: becarlo y darle tutorías. No las dos cosas por separado, como se hacía, sino en conjunto. Otras falencias eran en laboratorios, infraestructura, docentes con bajo nivel de formación en posgrados, problemas de seguridad…
En el caso de Medicina, ¿cuál fue el resultado?
La carrera de Medicina solo acreditó el 8%, el 92% no acreditó. Luego de la revisión se consiguió financiamiento para programas de mejora.
¿Qué implicaban los programas de mejora?
Que en lugar de no acreditar a la institución, la acreditábamos por tres años y le dábamos una serie de compromisos. Esos compromisos, como en el caso de las Ingenierías, que abarcan el 98% de universidad pública, los obtuvieron de fondos del Ministerio de Educación. La inversión fue muy grande y en ese proceso, desde 2002 hasta ahora, se ha mejorado muchísimo. Ahora hacemos convenios con Francia, Alemania y otros.
De la evaluación que realizaron, ¿por qué existían falencias en el sistema?
Argentina tiene un fuerte arraigo con la autonomía universitaria. Cualquier cosa que venía de fuera era tomada como una alteración de la misma autonomía, e instalar la acreditación y la evaluación fue muy difícil. Por eso tuvimos que invisibilizar la acreditación. A partir de 2002 nadie sabía lo que estaba ocurriendo, no como en Ecuador que la gente está atenta.
¿Cómo la invisibilizaron?
Trabajando puertas adentro. Los rectores debían tener la garantía de que nosotros íbamos a trabajar junto a ellos y no contra ellos. Esto fue un proceso muy particular.
¿Tuvieron que llegar a acuerdos?
Sí, y ellos tuvieron que cumplir acuerdos. En el medio, cuando no los cumplían, cerramos instituciones y carreras. Unas siete instituciones tuvieron que fusionarse y los estudiantes fueron reubicados. Ahora, para mantener la calidad, desde la Coneau hacemos seguimientos y monitoreos continuos.
¿Cómo se ve desde Argentina el proceso de Ecuador?
Lo admiramos mucho, porque nosotros no tuvimos la valentía de hacerlo de esa manera. Hicimos un proceso mucho más largo, lento y con otro tipo de políticas. Estuve aquí cuando iba a empezar el proceso de cierre de instituciones y lo primero que noté fue apoyo del taxista; así se tiene más de la mitad del camino allanado. Ahora lo que se hace con Medicina es fundamental.
¿Qué hace falta en América Latina para estar al nivel de otros continentes en educación superior?
América Latina tiene sistemas distintos y es muy complejo unificar criterios. Brasil tiene unas 2 300 universidades, una tarea difícil de ordenar; Chile tiene un proceso de crisis en el sistema educativo muy fuerte, Uruguay es un país que no tiene agencia, Paraguay ha deshecho su agencia y ha construido otra y no sabe cuál es el destino.
La evaluación y la acreditación deberían ser un solo criterio para unificar, inclusive un criterio ideológico para debatir qué significa evaluar y qué significa acreditar. Debemos concebir un solo eje de las agencias estatales fuertes, que se vinculen entre sí y se auditen entre sí.
Hoja de vida:
Su formación
Es licenciado en Periodismo y en Comunicación Social, por la Universidad Nacional de Lomas de Zamora. Además, cuenta con una maestría en Administración de Empresas, por la Universidad de Baltimore, en Estados Unidos.
Su experiencia
Fue director de la Unidad de Análisis Estadístico y Sondeos de Opinión de la Unesco. Es Presidente de la Comisión Nacional de Evaluación y Acreditación Universitaria de Argentina.