Una casa montuvia de caña, con efigies o esculturas de los campesinos, hacen parte de la exhibición. Foto: Wladimir Torres/PARA EL COMERCIO
Para los montuvios manabitas la palabra marimba además de estar relacionada con el instrumento musical hace referencia a una singular cantimplora.
Fue un recipiente usado para cargar agua, elaborado con el tronco de una caña, con una tusa de maíz como tapa en un extremo y una cuerda para llevarlo al hombro a la jornada de trabajo en el monte.
La ramificación de la raíz de una caña guadúa era utilizada por los campesinos de Manabí como juguete para los niños. Esto debido a su forma similar a la de un caballito con montura, conocido tradicionalmente como ‘mulita de caña’.
Los dos objetos forman parte de la colección del Museo Municipal Etnográfico Cancebí, de la ciudad de Manta, que a través de decenas de piezas expone al público las formas de vida del campesino montuvio -y del cholo pescador de la provincia-, con sus enseres domésticos y sus herramientas de trabajo.
“El museo muestra objetos etnográficos de la tradición campesina manabita, muchos de los cuales han perdido vigencia. Es una forma de resguardar ese patrimonio y de mantenerlo vivo para el público”, dice Liliana Mendoza, guía del museo mantense. El repositorio de la memoria del campo cuenta con siete ambientes de exposición
–dos de ellos dedicados al cholo pescador, con una forma de vida distinta a la del montuvio-. En la segunda planta destaca la recreación de una vivienda típica de la campiña manabita hecha con caña guadúa y cade (hoja de la palma de tagua), con personajes de tamaño natural y animales de corral .
Dentro de la casa de caña, la escultura de una campesina costeña simula que cocina en un fogón de leña sobre el que cuelga un hueso atado al techo. Se trata de uno proveniente de la pata de la vaca que era usado como sazonador para las comidas. A un lado de la mujer está recostado en una hamaca la representación (efigie) de un montuvio. En la habitación se exhibe una ‘cuja’, un camastro tradicional de madera con petate (estera).
Además de las vasijas de barro autóctonas, en la cocina destaca una serie de utensilios de mate: vasijas elaboradas con fibras vegetales de calabaza, denominada ‘bototo’, una de estas calabazas con un hueco en la parte superior con un tapón, usada también como cantimplora. También está el ‘coso’, un mate que tiene un hueco en uno de sus extremos para depositar huevos u otros alimentos en su interior y colgarlo en la pared de la cocina.
Las mitades de los mates (las duras coberturas de las calabazas) eran usadas como cucharas o recipientes. La ‘susunga’ es una de esas mitades a las que además se le realizaban pequeñas perforaciones para ser usadas para cernir.
En el mismo sitio se exponen las herramientas del campesino, junto a dibujos y anotaciones que explican su uso: el ‘garabato’, por ejemplo, es un gancho de madera con el que hala el monte para trozarlo con el machete. La ‘orqueta burrera’ es una rama seca en forma de ‘Y’, que se coloca a los burros en el cuello para evitar que se crucen los potreros.
“Tenemos una pila donde se retiraba a golpes la cascarilla del arroz, pero hoy muchas de estas prácticas han caído en desuso, pues se han industrializado”, agregó Mendoza.
El Museo está situado en el antiguo Hotel Aragonés, construido en 1908 y uno de los primeros hoteles que se levantó en el casco central de Manta. Antes, allí funcionaba la casa y un local comercial de Ramón Virgilio Azúa, quien vivió con su familia en la planta alta.
El nombre del museo alude a una de las primeras poblaciones aborígenes que los españoles encontraron a su llegada, en el territorio de lo que hoy es la franja central de la costa de Manabí, ocupada por el Señorío de Cancebí.