Mujeres de Amazanga moldean con sus manos las mucaguas

Maritza Yancuan y Betty Aguinda son alumnas del centro de formación que funciona en la comuna Amazanga. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

Maritza Yancuan y Betty Aguinda son alumnas del centro de formación que funciona en la comuna Amazanga. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

Maritza Yancuan y Betty Aguinda son alumnas del centro de formación que funciona en la comuna Amazanga. Foto: Glenda Giacometti / EL COMERCIO

En el kilómetro 18 de la vía Puyo-Macas se levanta la comunidad Kishuar Amazanga.

En este pequeño asentamiento kichwa funciona el Centro de Formación Artesanal, donde se enseña a las niñas y jóvenes a elaborar la mucagua, un recipiente tradicional que es moldeado con arcilla por las mujeres de las culturas amazónicas.

Amazanga está habitada por 40 familias. Lucila Vargas, una de las líderes y la matrona del pueblo, conoce de esa técnica. Su trabajo consiste en transmitir esos saberes ancestrales. La mujer, de contextura delgada, reúne todos los días a las más jóvenes de la comunidad para enseñarles este arte.

Con habilidad moldea la arcilla y da forma a las mucaguas. Todo el trabajo que realiza es manual, no usa moldes y las herramientas están hechas con piedras alargadas de 10 centímetros, con las que pulen las paredes de las finas artesanías que crea con sus manos.

Sus ojos claros brillan cuando recuerda la primera vez, a los 10 años, que moldeó un trozo de arcilla con ayuda de su madre Teresa Dawa. “Amasar la arcilla y dar forma a un utensilio es todo un ritual que debe mantenerse en la comunidad. Eso estoy enseñando a las niñas y jóvenes”.

También es hábil en confeccionar las tinajas donde fermenta la chicha de yuca que prepara y brinda a los visitantes como señal de bienvenida. Vargas dice que la bebida que prepara alimenta y refresca, pues la temperatura alcanza los 28 grados centígrados.

Cuenta que producir una tinaja o mucagua es como tejer, porque debe unir con los dedos de la mano los hilos delgados de la arcilla.

Su alumna es Maritza Yankuan, de 15 años. Asiste a clases desde hace un mes y poco a poco aplica la técnica en sus utensilios, aunque aún son rústicos. La joven recibe las instrucciones de Vargas para que salgan sin fallas y gruesos.

Una vez que están listos los objetos de arcilla son secados al sol. A los tres días están listos para introducirlos a un rudimentario horno donde cuecen las mucaguas, ollas, jarrones y tinajas que producen.

Este proceso tarda entre dos y tres horas. Cuando está todavía caliente la abrillantan con una resina que obtienen del árbol de Pungara. Una vez que está lista dibujan figuras donde se representa al jaguar, la boa, las aves, la selva y la naturaleza.

Esta iniciativa busca que los turistas que llegan atraídos por la naturaleza y la riqueza cultural las compren como recuerdo o las utilicen en el hogar.

Otra participante es Betty Aguinda. Es toda una experta dentro de su familia, integrada por cinco personas. Las mujeres de la casa conocen de esta técnica. Los platos, vasos y ollas donde preparan los alimentos están elaborados con arcilla. Ahora busca comercializarlos a los turistas que semanalmente arriban a la comunidad.

Pero no es lo único que ofrecen. También hay danza ancestral, rituales de sanación, medicina tradicional y caminata a la selva por senderos establecidos.

Los hombres de la comunidad confeccionan la bodoquera o cerbatana y las sillas de madera donde resaltan figuras de los animales sagrados de la selva como el jaguar y la boa.

En todo este proceso les apoya la Junta Parroquial de Tarqui, en Pastaza. Les entregaron la materia prima (arcilla) y las herramientas para la confección de los utensilios.

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