Hay una ordenanza y códigos de por medio, por eso cambiar la situación no es cuestión de chasquear los dedos. La calificación por edades de los espectáculos públicos ha promovido un debate, ha causado malestar y ha suscitado carcajadas por una metodología trasnochada que se evidenció con la reciente censura de ‘Feriado’ y su consiguiente apelación.
Mas, en el fondo, yace la pregunta -polémica, pero fundamental- de si se trata de moralismo o de protección a la niñez. Las reflexiones se hacen desde ambos lados; pero se impone la que busca procesos de formación, en lugar de medidas prohibitivas.
Los actores del debate han empezado a presentar propuestas, como se evidenció con el conversatorio organizado por la Corporación de Productores Audiovisuales del Ecuador, el martes pasado. Ahora, se espera que la burocracia no entorpezca las iniciativas y menos que bajo el amparo de ‘lo oficial’ se anule cualquier criterio de los padres -conservadores o liberales, con mayor o menor formación- con respecto de la educación de sus hijos; ni que su función se vea imposibilitada por medidas policiales.
Si bien el parámetro cultural debe primar en la clasificación de filmes, los modelos que se aplican en otros países pueden servir de base en el replanteamiento. Así, la argumentación detallada y gradual de una calificación -en referencia al sexo, la violencia o el consumo de sustancias- boga por implementarse bajo el concepto de recomendación.
Además, si se ha culpado de los fallos a la subjetividad de los calificadores, se podría pensar en la conformación de comités, para que la responsabilidad no sea de un individuo sino que se resuelva en consenso; tal es el modelo de la Motion Pictures Asociation de EE.UU. Y, quizá, pues no está establecido en ningún documento, se podría comenzar por la eliminación inmediata del parámetro de ‘estricto’ que acompaña a ciertas calificaciones y que coarta libertades a los padres… Y ¿por qué no?, también a los menores.