El grupo de rock tiene seguidores en el país que mantienen colecciones de diversos productos relacionados a su marca. El fenómenos se repite a escala mundial. Foto: Archivo.
Kiss no es solo un grupo de rock estadounidense. Desde sus primeros discos, sus integrantes supieron capitalizar el atractivo de su imagen al vender licencias a productos alejados del mundo estrictamente musical.
Así, mientras a finales de los 70 e inicios de los 80 otros grupos entendían por mercadería solamente la confección de camisetas, afiches o discos de edición especial, el grupo liderado por Gene Simmons y Paul Stanley puso a Kiss en botellas de champú, condones, pañales, ataúdes o juegos de video.
Eso por nombrar algunos, porque de acuerdo al coleccionista y principal de la agrupación de fans Kiss Army Ecuador, Vinicio Flores, el grupo tiene más de 5 000 tipos de productos registrados.
Por eso, hablar solo de un grupo musical no es suficiente. Kiss es hasta hoy el prototipo de una marca musical que agrupa diversas ramas del negocio. Sin embargo, más allá del factor comercial, está el hecho del impacto que este tipo de emprendimientos tuvo en los seguidores de la música.
Si bien hoy la práctica de elaborar un repertorio de mercadería variopinta es algo habitual, especialmente en aquellos actos musicales con fuerte impacto visual, Kiss fue la pionera y aún permanece lejos en cuanto al número de licencias registradas. No obstante no siempre fue comprendida en sus
propósitos comerciales.
Al inicio, por ejemplo, algunos fanáticos del hard rock tuvieron problemas para entender la razón detrás de que el grupo lanzara loncheras con su imagen. Así la banda atraía no solo a jóvenes sedientos de altos decibeles, sino también a niños y por ende, a padres.
De hecho, la mayoría de quienes hoy ostentan colecciones con material Kiss coincide en que tanto la parafernalia visual del grupo en vivo como la alta gama de juguetes, juegos de video o materiales escolares con el rostro del demonio, el chico estrella, el hombre espacial y el gato, fueron -antes o después de la música-los principales motivos para engancharse al grupo a muy temprana edad.
Tres de los coleccionistas de Quito llegaron a Kiss en la preadolescencia e infancia. Al comunicador y diseñador Carlos Sánchez M., por ejemplo, le fascinó el grupo por su “rock and roll alegre” y porque en su imagen veía reflejada su pasión por la ciencia ficción.
Por el mismo lado llegó el bajista Carlos Moreno (Total Death, Insider), pues su “trauma” empezó a los 8 años, tras ver en la televisión la cinta de ficción que protagonizaban los músicos: ‘Kiss contra el fantasma del parque’. “Me pareció locazo.
Dejando de lado la música… ¡Tenían superpoderes!”, afirma.
Todos ellos coinciden en que el primer ítem de su colección fue algún tipo de figura de acción. En el caso de Vinicio Flores fueron dos muñecos que fueron enviados por su prima desde los Estados Unidos. Así empezó la recolectar todo objeto Kiss que pudieran obtener, esto pese a las dificultades para encontrar la mercadería en el país en tiempos previos al ‘boom’ de la Internet .
Al margen de tal tarea que se facilitó con el tiempo, lo interesante, es que tanto para Sánchez como para Flores, los objetos más preciados de sus colecciones no son aquellos que no cuentan con la autorización del empresario y bajista Gene Simmons.
“Mis objetos más preciados los hizo mi esposa cuando éramos enamorados. Son muñecos hechos en fómix ”, cuenta Flores. Similar es el caso de Sánchez, quien atesora con particular cariño las figuras de G.I. Joe que él transformó en la banda que ha estimulado sus fantasías desde tierna edad.
Entre los tres coleccionistas hay más de 1 000 ítems relacionados a Kiss. En sus casas se puede observar desde libros y películas hasta disfraces y toda clase de juguetes. Ahora bien, como todo coleccionista, están pendientes de su próxima adquisición. Flores acaba de pedir por Internet un traje completo de Gene Simmons mientras que Moreno espera con paciencia por si aparece una guitarra Gibson de Ace Frehley (guitarrista original del grupo), de la cual solo se hicieron 150 copias.
“Más allá de lo comercial, han sabido valorar su trabajo. (Kiss) es una fábrica de éxitos que defiende y respeta lo que crearon tanto en lo visual como en la música”, afirma Sánchez al preguntarle sobre la postura casi empresarial del grupo. Postura, que bien o mal, ha impulsado a coleccionistas a escala global a mostrar los tesoros de una vida con la misma sonrisa infantil con la que conocieron a los enmascarados.