Los gatos ferales son un peligro para la biodiversidad
Los gatos que son abandonados se adaptan muy bien a la matanza de pequeños mamíferos y aves. Foto: Wikicommons
Un gato bien cuidado, alimentado y con actividades físicas permanentes, no representa un mayor problema para sus dueños. Pero cuando por diversos factores, los humanos abandonan a varios gatos, especialmente en zonas silvestres, se corre el riesgo que los animales se conviertan en gatos ‘ferales’. Es decir, que vuelven a un determinado ecosistema y saquen a relucir más su instinto felino.
Al igual que sus ancestros salvajes, los gatos domésticos se adaptan muy bien a la matanza de pequeños mamíferos y aves. Pueden viajar varios kilómetros por la noche en busca de presas, tienen una excelente visión, oído y sentido del olfato y pueden encontrar a sus presas siguiendo su rastro de olor. También son muy buenos escaladores.
Equipados con cuatro conjuntos de garras retráctiles y dientes adaptados para agarrar, desgarrar y pelar, los gatos son cazadores formidables. En Australia se ha estudiado el impacto del gato doméstico en las poblaciones de vida silvestre. Ahí existen 20 millones de gatos ferales, que están poniendo en riesgo a otras especies de mamíferos de esa región, como el wombat de nariz peluda y el satanelo septentrional (un marsupial pequeño).
Según Gregory Andrews, comisionado de Especies Amenzadas de Australia, citado por VICE, cada gato feral come entre 3 y 20 animales pequeños al día. Por esta razón, más de 100 especies de aves y pequeños mamíferos están en riesgo por los gatos.
El efecto adverso de los gatos también se ha sentido en el país, específicamente en las Islas Galápagos. En San Cristóbal, por ejemplo, desde hace varios años se desarrollan programas de control de especies invasoras, entre ellas los chivos y los gatos.
Cristian Castillo, de la Dirección del Parque Nacional Galápagos, aseguró que los gatos ferales suelen comerse los huevos de aves como el petrel, una de las especies representativas del Archipiélago. Por eso organizaciones ambientalistas y los propios gobiernos, como el australiano, recomiendan que se esterilice a los animales y no se los abandone en zonas sensibles, donde pueden alterar el ecosistema.