Estudiantes de la Universidad San Francisco de Quito practican la atención de un parto sobre un maniquí.
Un muñeco del tamaño de un neonato está colocado en una camilla del Hospital de Niños Dr. Roberto Gilbert de Guayaquil. Tiene ojos, nariz y boca, reproducidos al detalle. Su piel es de silicona y ha sido previamente programado con un estado clínico.
Los médicos residentes, Natali Rubio y Luis Ramos, se colocan guantes para atenderlo. Eligen una mascarilla que ubican sobre la boca del muñeco y envían oxígeno a su interior. Su pecho se infla, como el de un humano recibiendo aire.
La representación del neonato es parte de los 11 equipos de baja, mediana y alta definiciones del Laboratorio de Simulación de ese hospital. Ahí, los residentes que cursan los posgrados de Pediatría y Cirugía Pediátrica, realizan prácticas para perfeccionar su técnica.
Miguel Astudillo, jefe de cirugía, explica que la simulación consiste en una reproducción indefinida de un hecho, que permite un análisis metódico y pausado. Lo más importante -asegura- es que con este sistema no se pone en riesgo la salud de los pacientes.
El propósito de esta metodología es que los médicos vivan experiencias fieles a distintas intervenciones clínicas y quirúrgicas a las que se enfrentan en su ejercicio profesional. Los procedimientos son exigentes, como si se tratara de seres humanos. Se deben cumplir todos los requisitos en tiempo real, usar protección médica y elegir correctamente los equipos e insumos para la intervención.
Estos simuladores permiten practicar casos desde una punción lumbar, una toma de muestra de sangre o la colocación de una vía periférica, hasta partos y emergencias. Están conectados a ‘softwares’ que emiten una calificación de cómo se realizó el procedimiento y permiten a los estudiantes avanzar por niveles, de acuerdo a sus resultados. En caso de obtener bajos puntajes, los aspirantes a médicos deben repetir el módulo. Es una forma de garantizar que no existan errores en los procesos reales.
Cada estudiante tiene un nombre de usuario y una clave para ingresar al sistema. Con eso, tienen acceso a un historial de las prácticas realizadas incluso en video y la posibilidad de analizar cuáles fueron los errores que cometieron.
Alfredo Robalino, jefe de docencia del hospital, explica que la idea es que el uso de estos equipos no se limite solo a los estudiantes. El siguiente paso es que médicos y enfermeras practiquen con esta metodología. El laboratorio funciona desde hace dos años y la casa de salud invirtió más de USD 200 000 en esta tecnología, importada desde Suiza y Estados Unidos.
La tecnología en simulación ha ido avanzando en Ecuador desde hace 15 años. En Quito, en la Universidad San Francisco, la Facultad de Medicina ha incrementado sus equipos desde entonces. En el salón que queda junto al Hospital de los Valles, donde los estudiantes realizan sus prácticas, los monitores alertaban que el pulso del paciente bajaba peligrosamente. En pocos minutos tuvo un paro cardiorrespiratorio.
Seis estudiantes de sexto año de Medicina lo reanimaron aplicando técnicas de resucitación y administración de medicamentos. No se trataba de un paciente real. Era también uno de los maniquíes del área de simulación en donde ellos se preparan frente a una variedad de casos.
Los equipos, adquiridos por esta universidad, por más de USD 500 000, ocupan todo un piso de la Escuela. Durante la semana, analizan casos, revisan historias clínicas con los médicos del hospital y observan cómo se realizan las visitas y la atención de emergencias. “Para eso les sirven las clases en el área de simulación”, dice Augusto Maldonado, emergenciólogo y uno de los profesores de los 20 jóvenes que están por graduarse es esa institución. “Antes –continúa- se realizaban prácticas con los pacientes. Con ellos y en medio de la emergencia se aprendía a entubar, inyectar e incluso a operar y atender partos”.
Ahora lo hacen a través de maniquíes y computadores que permiten a estas máquinas tener latidos, respirar, parpadear, quejarse y también transpirar. La facultad posee equipos de baja, media y alta fidelidades. Entre todos suman aproximadamente 60, explica Michelle Grunauer, decana de la Escuela. Ella ayuda a los estudiantes programando casos específicos en el área de simulación. Uno de esos episodios clínicos fue el paro cardíaco del maniquí, que luego de unos minutos fue tratado y superado. Así también en el área de partos, recibieron a un bebé por vía natural.
Según los maestros, estas clases de simulación preparan a los futuros doctores ante situaciones que afrontarán y que marcarán la vida de una persona. Francisco Laso, uno de los estudiantes -por estas clases y los simuladores- se siente más seguro cuando hace turnos en el hospital. “Me he encontrado con los mismos casos, esto ayuda a controlar los nervios porque ya se sabe qué hacer”.