En Manabí, el montuvio rescata las vasijas debarro

Ángel Loor comercializa  vasijas de barro en la vía Rocafuerte- Portoviejo. Se exhiben al pie de la vía.

Ángel Loor comercializa vasijas de barro en la vía Rocafuerte- Portoviejo. Se exhiben al pie de la vía.

Ángel Loor comercializa vasijas de barro en la vía Rocafuerte- Portoviejo. Se exhiben al pie de la vía. Foto: Katherine Delgado para EL COMERCIO

Las vasijas de barro que los habitantes de la sociedad prehispánica emplearon para sus distintas actividades, mientras estuvieron asentados en la Costa del Ecuador, tienen su propio sello en Manabí.

Las familias montuvias de esta provincia elaboran réplicas de este instrumento sin descuidar la esencia que se empleó en las que se construyeron en esa época.

Según el libro ‘Tras las Huellas de la Ciudad de los Cerros’, del Centro Cívico Ciudad Alfaro, la vasija de barro corresponde a una parte de la historia prehispánica que pobló el sitio Hojas-Jaboncillo (Portoviejo) después del año 1000 de nuestra era. Son de cerámica gruesa y con forma globular, con un diámetro que fluctúa entre los 72 y 82centímetros.

El uso de esta herramienta que tuvo un fuerte peso en la supervivencia se la relaciona con el procesamiento de ­alimentos que pudo ser la chicha de maíz, según el análisis de los arqueólogos del Centro Cívico Ciudad Alfaro.

Pero no descartan que las habrían utilizado como urnas ­funerarias y hornos. Byron García cuenta que sus abuelos siempre le hablaron de esta última teoría.

De hecho, las que confecciona para fines comerciales las diseña para ese fin y también para que sirvan de adornos en las casas o como platos para servir alimentos. García tiene un local en la vía Rocafuerte- Portoviejo, donde además pone en práctica la técnica de la orfebrería basada en barro.

En ese sitio hay unos 10 locales que exhiben las réplicas de vasijas de barro en distintos tamaños y modelos. Las más comunes son las conocidas como elipsoidal y cuenco cónico. El color achocolatado de este material llama la atención en las estanterías de los establecimientos que se ubican en esa vía principal.

Ernesto Pin, asistente de restauración en el Arqueo-Museo Hojas-Jaboncillo, cuenta que en esa zona se arraigó la construcción de este accesorio a partir de los hallazgos que expertos emprendieron en el denominado oasis de Hojas-Jaboncillo, que es un cerro ubicado en la parroquia Picoazá.

Para los nativos del lugar, esta es una montaña que guarda muchas historias de la cultura mantense. Ahí, además, se han desarrollado investigaciones como la ejecutada entre el 2010 y 2015, que dieron origen al proyecto Hojas-Jaboncillo a cargo de arqueólogos, antropólogos e historiadores.

Los montuvios manabitas que se dedican a construir vasijas encuentran inspiración en los espacios públicos que exhiben esos vestigios. El museo Hojas–Jaboncillo es uno de ellos. Ahí cuentan con espacio dedicado a la restauración de instrumentos elaborados a base de barro y también de las cerámicas encontradas en el cerro de la zona.

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