Los visitantes de la laguna, enclavada en un área protegida en la AmazonÃa, ofrece un recorrido multisensorial inolvidable. Los caimanes son los animales más representativos del lugar. Foto: Alfredo Lagla/ EL COMERCIO.
La laguna Limoncocha es más que un sitio turÃstico al interior de un área protegida. Esta maravilla natural del cantón Shushufindi ofrece experiencias distintas que se complementan entre la luz del dÃa y la complicidad de la noche. Esa dualidad, hace que los visitantes se sumerjan en un ambiente único, biodiverso y misterioso.
Al ingresar a la Reserva Biológica se debe cumplir con el correspondiente registro en las oficinas del Ministerio del Ambiente (MAE). Solo en abril pasado, más de 900 personas acudieron a la Reserva, según cifras del MAE.
Para llegar al muelle hay que pasar por un pequeño sendero en donde aparecen los primeros habitantes del bosque. Mariposas, quindes, escarabajos y decenas de diminutos insectos interactúan con la vegetación frondosa. A lo lejos, se divisan las verdes aguas de la laguna.
Arrimados al muelle, permanece unos 12 botes y lanchas que son usados por los guÃas de la comunidad Kichwa y los investigadores de la Estación CientÃfica Limoncocha. Muy cerca de ahÃ, las pavas, pájaros garrapateros y una que otra tortuga se ocultan entre los lechuguines y dan una suerte de bienvenida a la laguna.
Desde el muelle se ofrecen recorridos turÃsticos por las riberas de la laguna -de casi 3 kilómetros de extensión- en donde se pueden observar una buena parte de las 240 especies de aves que habitan en la zona.
En este sitio, generalmente se explica que la Reserva Limoncocha fuera certificada como sitio Ramsar, que significa que es un humedal de importancia internacional por su riqueza natural. Datos de la autoridad ambiental dan cuenta de que en el área habitan 74 especies de mamÃferos, 92 de anfibios y reptiles, además de miles de insectos de una amplia variedad.
Una vez en los botes, es muy probable observar a algún miembro de la comunidad, como Mario Alvarado, pescar bocachicos, pirañas u otros peces empleando una diminuta embarcación. La laguna también es sustento de los pobladores.
Luego de aproximadamente 15 minutos de recorrido, se llega al sendero de El Caimán, que se extiende por 2 kilómetros. En ese tramo es posible ver la prodigiosa flora, compuesta por más de 345 especies de plantas, como el bejuco, el ceibo, el pechiche o el árbol conocido por los lugareños como ‘sangre de gallina’.
Durante la caminata, la presencia de hormigas, mosquitos multicolores, libélulas y arañas tejedoras es mayoritaria.
Cuando cae la noche, de preferencia sin la luz de la luna, llega el mayor atractivo: la observación de caimanes negros. Jendry Moya, colaborador de la Estación CientÃfica Limoncocha de la Universidad Internacional SEK, contó que el último estudio poblacional da cuenta que existen aproximadamente 96 caimanes negros allÃ.
Con la ayuda de linternas, Moya alumbró los lechuguines que bordean la laguna. Se sabe que hay algún caimán cuando en el medio de la oscuridad, resaltan unos ojos rojos contundentes.
Lentamente, la lancha se acerca a la vegetación, en donde permanecen imponentes estos animales milenarios que pueden llegar a medir hasta 3 metros. De a poco, asoma un ejemplar, luego otro, y asà se pueden observar al menos 10 reptiles en una sola noche.
Decenas de luciérnagas, de brillo incandescente, alumbran aleatoriamente la vegetación. Luego del avistamiento, un aire mÃstico envuelve a la laguna. Es el momento ideal para contar historias nativas, como la de los chamanes, hombres sabios de la AmazonÃa, que por las noches trasladan su alma a las aves, reptiles o a cualquier otro animal.