El guayaquileño Leonardo Valencia es escritor y catedrático universitario. Foto: Archivo EL COMERCIO
Nació en Guayaquil, en 1969. Fue seleccionado por el ‘Hay Festival de Bogotá 39’ como uno de los autores más destacados de la reciente literatura latinoamericana. Es profesor de la Universidad Andina Simón Bolívar. Su último libro es ‘La escalera de Bramante’. El escritor Leonardo Valencia analiza la popularidad de las teorías de la conspiración en tiempos del covid-19.
Es importante entender que una cosa es la necesidad que tienen las personas por encontrar una explicación a lo que están viviendo y otra totalmente distinta querer, de manera desesperada, hallar un culpable a esa situación. Esa búsqueda está desatando una ola de agresividad, sobre todo, con las personas de origen chino. Por otra parte, la necesidad de encontrar la causa de algo es una idea vinculada a la cultura occidental. En Japón, donde tienen una fuerte influencia del budismo, no se desgastan tratando de entender las causas de algo sino en asimilar sus efectos. Hay que recordar que las teorías conspirativas son siempre seudoficción.
¿Qué pasa cuando el gobernante de un país empieza a moverse en el campo de la ficción y deja de lado la realidad?
Los políticos siempre se están moviendo en terrenos de ficción provisional, sobre todo, los más demagógicos y populistas. Esa es una actitud habitual en ellos. Permanentemente están trabajando en ese territorio. Los populistas son gente que siempre confunden todo y buscan generan crisis sociales. Personalmente me interesan los políticos que están trabajando en silencio para tratar de sobrellevar esta emergencia. Los otros solo hacen ficción provisional, que gradualmente salen a desmentir. Ya hemos visto lo que ha pasado con Boris Johnson, Donald Trump, López Obrador o Bolsonaro.
¿Una forma de entender la popularidad de estas teorías es pensar que las personas a través de ellas están buscando una especie de consuelo a sus incertidumbres?
No sé si con estas teorías conspirativas la gente está buscando consuelo, pero lo que sí está claro es que están generando un crecimiento del miedo frente a la incertidumbre que estamos viviendo y eso no me parece sano.
Además hay un sensacionalismo mediático. Abre cualquier periódico del mundo o mira cualquier noticiero y se habla del mismo tema. A mí me pareció sorpresiva y dolorosa esta proyección mundial que hicieron canales como la BBC o CNN sobre lo que está pasando en Guayaquil. El problema es que como sociedad tenemos antecedentes graves. El siglo XX estuvo atravesado por grandes conspiraciones que se han ido descubriendo poco a poco.
¿Cuáles son los daños colaterales que puede provocar el avance de las teorías conspirativas?
El gran riesgo de las teorías conspirativas es que pueden implantar fanatismos. Cuando la búsqueda de un culpable se hace de una manera ciega, sin hacer ningún tipo de investigación y tener la información necesaria se genera una escalada de la famosa frase “Fuenteovejuna, todos a una” para ir en contra de ese supuesto culpable. Las teorías conspirativas lo que hacen es satanizar a alguien y desatar el fanatismo. También sirven para justificar los tópicos propios de personas que no se dan el tiempo y que no tiene la prudencia para investigar si es cierta la teoría conspirativa que están apoyando.
¿Las teorías conspirativas están ayudando a que la ficción supere a la realidad?
La realidad siempre va a superar a la ficción. Si pensamos en la ficción literaria lo que hace es matizar la oscuridad de la realidad y hacerla más asequible. Ahora lo interesante es ver cómo la ficción, de alguna manera, ha imaginado situaciones de este tipo. Si te das cuenta, la literatura, en las últimas décadas, ha estado plagada de situaciones apocalípticas. En estos días he recordado ‘La carretera’ de Cormac McCarthy, en la cual un padre y su hijo tratan de sobrevivir en medio de unas situaciones espantosas. Historias como esta muestran que la ficción literaria nos puede dar acercamientos a la realidad.