Próximo a un nuevo concierto, Juan Esteban Valdano habla de su relación con las artes. Foto: María Isabel Valarezo/ El Comercio.
Juan Esteban Valdano es un hombre de otro tiempo enclavo en la contemporaneidad. Cuando dentro de las academias proliferan nuevas y extrañas carreras, él apuesta por una educación autodidacta; cuando la música se encasilla en la libre experimentación, él establece sistemas de composición serios y rigurosos; y cuando se promulga la incompatibilidad entre arte y ciencias exactas, él busca nuevas maneras de traspasar las más rígidas fronteras.
En los últimos meses, el músico y compositor ecuatoriano se encuentra trabajando en un libro en torno a la música proteica (que espera que sea publicado en enero o febrero próximo). Su inspiración se halla en la imagen de Proteo, que en la mitología griega está asociado con los cambios radicales en los movimientos marinos.
Y es que al igual que la fluctuante actitud de la divinidad griega, Valdano propone una composición basada en la relación entre los datos aleatorios.
Como físico y matemático autodidacta, él ha estudiado de cerca las relaciones existentes entre los diversos patrones numéricos y su puesta en escena sobre una partitura. Eso le ha permitido establecer una nueva visión en torno a la composición, algo que ya se venía gestando desde inicios de siglo, cuando en el 2002 inició la investigación de su libro ‘Sistemas de composición musical’, en el que desarrolla dos ideas básicamente: el sistema del Y-Ching y el sistema de los átomos.
Mientras que en el primero se adentra en la trasposición de la estructura matemática del Y-ching al pentagrama, en lo segundo analiza las estructuras atómicas y, con base en cálculos, ‘extrae’ la música presente en estos elementos químicos.
La música y la ciencia
A pesar de que en los círculos críticos más conservadores se lo ha tachado como uno de los compositores más difíciles de comprender, esto es un detalle que no importa del todo a Valdano. Como un justificativo primigenio toma a Van Gogh como una suerte de escudo, diciendo que “su arte nunca tuvo relevancia sino hasta después de su muerte”.
Pero la razón de peso que sustenta su trabajo de los últimos lustros es la intensa relación que ha mantenido con la investigación científica. Tan solo para la publicación de ‘Sistemas..’ él asegura que leyó no menos de 200 libros entre Física, Química, Filosofía, Teoría molecular, Física cuántica, genética, entre otras materias.
Y bajo la mirada del físico y melómano Marcelo Guerra, varios de los planteamientos del músico han logrado establecer un correlato coherente entre ámbitos de las ciencias exactas hasta antes impensables. “En sus cálculos hay una comprensión y aplicación de principios avanzados de la física y la matemática en la composición musical”, dice. Para él, lo más interesante es que las obras de Valdano resultan en algo “sonoro y armonioso para el oyente”.
Su postura frente a la creación contemporánea
Consciente de que en su trabajo hay una fuerte carga de matemática, física y química, además de una dosis de filosofías tanto orientales como occidentales, Valdano cree que en la música contemporánea, rechazada muchas veces en las salas de conciertos, ha logrado su estatus gracias a que esta se muestra como “culta”.
“En ella hay pensamientos, ideas, sentimientos, pero también ciencia, interdisciplinariedad, investigación. Es culta porque es ecléctica, porque se alimenta de varios campos”, señala. Cree que hay una necesidad en la formación musical de la actualidad es que los compositores y los intérpretes dejen de lado los prejuicios auditivos y cognitivos.
En ese sentido, él dice que “estamos atrapados en una cuestión dogmática y cúbica”. La misma no ha permitido, a su criterio, ir más allá del nacionalismo musical.
Una tradición
A pesar de que en el medio ecuatoriano la postura de Valdano ha sido calificada como ‘novedosa’, lo cierto es que su trabajo se incorpora en un movimiento que tiene sus orígenes en Pitágoras y los músicos posteriores que vieron en la matemática una aliada para la creación (Johann Sebastian Bach, Béla Bartók, Arnold Schönberg, Iannis Xenakis…).
Sin embargo, él afirma que se encasilla en algo completamente distinto en tanto que sus composiciones no solo están atravesadas por la ciencia sino también por otros elementos como la idea de la biomúsica o las conexiones con lo cósmico. De este modo, su pensamiento musical alcanza un nuevo orden de universalidad.