Debutó con el largometraje documental ‘El milagro del Papa’. También dirigió las ficciones ‘Workers’ y ‘Las búsquedas’. Foto: Julio Estrella/ EL COMERCIO.
El acercamiento de José Luis Valle al cine fue casi por obligación, cuando su padre lo obligó a asistir a un taller audiovisual a los 13 años. Nacido en El Salvador, egresó de la Universidad Nacional de México.
Dueño de una estética y un estilo personal, sus ficciones y documentales se han estrenado en festivales como Locarno, Berlín, Biarritz o Morelia. El cineasta estuvo en Quito como jurado para la entrega del Fondo de Fomento del CNCine.
¿Con qué visión se integra al jurado que califica los proyectos que aspiran a recibir fondos del Estado para desarrollar sus obras?
Ser jurado es parte del quehacer cinematográfico y pasa por el empuje de proyectos individuales, pero en función de una cinematografía general. Siempre serán criterios subjetivos, pero se los juzga de la manera más integral posible en sus propuestas de fondo, forma, conceptualización artística, potencia comercial.
¿Cómo equilibrar los criterios entre el potencial comercial y artístico?
Cuando nació el cine y pronto se hizo de una vocación comercial e industrial por su potencial de consumo masivo. De ahí que el cine comercial y artístico no son excluyentes sino complementarios.
¿Podría citar algunos referentes?
‘Tropa de élite’, que hizo más de 10 millones de espectadores en Brasil. Una película con vocación masiva y televisiva, que además ganó en Berlín, uno de los festivales más importantes del mundo. ‘Ciudad de Dios’, ‘Amores perros’ o ‘Pulp Fiction’ que ganó la Palma de Oro, son otros ejemplos. Entonces decir que el cine de autor es “aburrido” y que el cine comercial es “malo” son posturas que deben ser superadas.
¿Cómo integrar estas dos ideas en un proyecto?
El término que se usa para una película que busca un punto medio es ‘crossover’. ‘Birdman’, por ejemplo, de Alejando González Iñarritu es una cinta masiva, con muchas estrellas en el elenco pero muy profunda en su contenido con la que ganó cuatro premios Oscar. El cine que hoy consideramos de culto como el de Hitchcock era 100% comercial, pero con una mirada personal. Ese es un cine efectivo y eficaz para el público.
¿Eso quiere decir que Hollywood ha encontrado el ansiado equilibrio?
Cuando hablamos de cine comercial, el referente siempre es Hollywood. Pero es una realidad tan distante y paralela que no es un referente válido porque en la industria de ese país no se habla de hacer cine sino ‘home entertainment’, en la que una película solo es una parte de una diversidad de objetos y servicios de consumo. Por otra parte, América Latina está en la etapa de hacer películas. La clave entonces es buscar la forma de expresar una idea personal que a la vez conecte con los públicos.
En esta etapa, ¿se puede decir que Latinoamérica empieza a tener sus propias narrativas?
Gente como Pablo Larraín construye un universo cinematográfico interesante, personal y atractivo que cumple con las condiciones de cine de calidad y comercial. Lo que me asusta es el sectarismo, cuando la gente que ve cine comercial dice que no ve cine autoral y viceversa. Hay el mismo prejuicio con la TV donde actualmente se producen series gloriosas que llegan a la esencia humana.
¿Cómo define la relación entre el cine y el espectador con respecto a la formas de consumo que han concentrado la atención en otras ventanas como la pantalla de un teléfono o la misma televisión?
El criterio de renovarse o morir es muy importante. Un realizador se puede quedar con la postura romántica de filmar en celuloide y estrenar en pantalla grande o adaptarse a los tiempos actuales. También es importante adaptarse a nuestras realidades económicas y de producción.
¿El cine deja de serlo si un director hace una película para difundirla en dispositivos móviles, por ejemplo?
En lo absoluto. Es una redefinición y un repensar de hacer cine. Hay que tener consideraciones de orden artístico, comercial, social y estructural para pensar de una manera integral. Talvez no se puede hacer ‘Avatar’ en Latinoamérica pero se trata de pensar en qué tenemos nosotros que no tienen ellos.
¿Se puede entrever la relación potencial de un proyecto con el público en un sistema de calificación como el planteado por el CNCine?
Se analiza el proyecto desde múltiples ángulos pensando sobre todo cómo se va a insertar el proyecto en el panorama de la cinematografía ecuatoriana y andina y cómo se va a relacionar con los públicos. Un ejercicio básico para un cineasta es preguntarse qué es lo que le gustaría ver en el cine.