La inmunoterapia mejora la calidad de vida ante el cáncer

En esta área se realizan pruebas genéticas, para determinar susceptibilidad de terapia.

En esta área se realizan pruebas genéticas, para determinar susceptibilidad de terapia.

En esta área se realizan pruebas genéticas, para determinar susceptibilidad de terapia. Foto: Mario Faustos / EL COMERCIO

Su tratamiento contra el cáncer de mama aún no ha terminado. Pero el semblante de Janeth es alentador. “Me siento bien, yo digo que estoy curada”.

Todo comenzó hace dos años, cuando detectó un nódulo en uno de sus senos. La biopsia determinó que era un tumor maligno y la mujer de 62 años tuvo que pasar por una cirugía radical de extirpación, que incluyó ganglios; y 16 sesiones de quimioterapia.

Hace un mes regresó a la sala de quimioterapia del hospital de la Sociedad de Lucha contra el Cáncer (Solca), en Guayaquil. Hace poco, cuando recuperó sus rizos plateados, comenzó un nuevo tratamiento.

“Son unas vacunas que se ponen en un suero pequeño. Otros pacientes dicen que dan buenos resultados. A mí me enviaron 18 y voy más de ocho”. Se refiere a la inmunoterapia o terapia biológica, que estimula el sistema inmunitario para que actúe contra las células cancerígenas, que usan estrategias para evitar ser detectadas y proliferarse.

Esta medicina no es nueva. Las investigaciones comenzaron hace más de un siglo. Sus avances se estancaron cuando se eligieron métodos agresivos como la quimioterapia y la radioterapia. En 2013 retomó protagonismo cuando encabezó la lista de los 10 avances científicos más importantes en la revista Science.

“Es una terapia personalizada, va directo a la célula maligna”, explica Glenda Ramos, jefa del Servicio de Oncología. En el hospital usan la inmunoterapia desde hace 20 años. Empezaron en pacientes con leucemia y linfomas, y hoy aplican más de 10 fármacos dirigidos a cáncer de mama, pulmón, colon y vías digestivas.

No todos son candidatos. Su aplicación depende de características del tumor, de mutaciones o marcadores que tienen ciertas células malignas. Las células tumorales malignas pueden producir sustancias o proteínas, por alteraciones genéticas. El tumor de Janeth es un caso positivo de proteína HER2 (Receptor 2 del Factor de Crecimiento Epidérmico Humano). Permite a las células tumorales crecer y diseminarse con rapidez. Para la mutación hay varios fármacos.

El 15% de diagnósticos de cáncer de mama se relaciona con la proteína. Descubrirlo es tarea de la Biología Molecular. El jefe de ese laboratorio en Solca, Juan Carlos Ruiz, explica que analizan el ADN del tumor (en muestras) y del paciente (pruebas en sangre), según el diagnóstico. “El reto es evaluar perfiles genéticos de susceptibilidad y resistencia a determinada medicación”.

Aunque todas las técnicas de inmunoterapia buscan alertar a las defensas para combatir al mal, el Instituto Nacional del Cáncer de los EE.UU. enumera distintos mecanismos. Entre los comunes están anticuerpos monoclonales, de laboratorio. Se adhieren a la superficie de células cancerígenas y desencadenan la reacción destructiva del sistema inmunológico. Las vacunas, creadas con antígenos asociados al cáncer (proteínas o moléculas), aumentan la reacción inmunitaria para atacar a células malignas. Y los virus oncolíticos se reproducen en las células cancerígenas, causando una infección y la muerte.

En el caso del linfoma no Hodking está aprobado hace años un anticuerpo que ataca al antígeno CD20, proteína de la superficie de los linfocitos B.

Contra el cáncer de pulmón se aplican medicinas inhibidores del EGFR (factor de crecimiento epidérmico), proteína de la superficie de las células que facilita su expansión. Algo así se usa contra cáncer colorrectal, con mutaciones o defectos en el gen KRAS.

Muchos de estos fármacos son administrados vía oral, otros son intravenosos y subcutáneos. Sus efectos secundarios pueden ir desde una ligera inflamación e irritación en la zona de administración hasta cansancio y dolores de cabeza.

En algunos casos se aplican solos o combinados con quimioterapia para potenciar su efecto y asegurar que el tumor desaparezca, mejorar la sobrevida y calidad de vida. “Antes se pensaba que cáncer era igual a muerte. Ahora se ha logrado que pacientes en fase metastásica pueden vivir más, con calidad de vida”.

En el laboratorio de Biología Molecular también hacen el seguimiento de los pacientes bajo esta terapia. Ruiz habla de resultados alentadores. Pero algunos fármacos pueden costar desde USD 3 000 y bordear los 20 000. Y aunque las investigaciones avanzan no lo hacen con la suficiente rapidez ni para todas las edades. Doris Calle dirige Oncología del Hospital de Niños Francisco de Ycaza Bustamante. Aplicaron inmunoterapia a dos niños hace tres años. Uno tenía un meduloblastoma y otro, un tumor de tronco cerebral. Cada dosis para sus tratamientos costó USD 3 000.

Eran tumores con los que se puede vivir entre dos y seis meses. Pero con la terapia de anticuerpos monoclonales se pudo mejorar la calidad de vida y lograr una sobrevida de dos años. La unidad atiende a unos 100 niños por mes. Reciben quimio y radioterapia, que pueden traer complicaciones y desarrollo de otros tipos de cáncer por la radiación.

La inmunoterapia pudiera desplazar a la quimioterapia -explica Calle-. La toxicidad será menor, el fármaco solo se dirige a células malignas”. Pero la investigación en los niños demora y no invierten en ellos porque hay pocos casos.

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