Víctor Vizuete Editor
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Es conocido que en el país, como sucede en gran parte de América Latina, los asentamientos precarios son endémicos. Es más, los suburbios y los barrios marginales crecen sin control.
Esa anomalía urbana trae consigo problemas graves.
La expansión sin límites de los bordes de la ciudad produce un vaciamiento del centro y, asimismo, la creación de males urbanos como la falta de servicios básicos y de transporte público eficiente, entre otros. No obstante, y como contraposición, también se observa un crecimiento importante de la construcción de inmuebles orientados a satisfacer las necesidades de las clases altas y medias, en sitios urbanos exclusivos o consolidados.
La feria Mi Casa Clave, que culminó el domingo pasado en el Centro de Exposiciones Quito, fue una muestra de este crecimiento inmobiliario. En el pabellón Simón Bolívar se ofertaron más de 252 proyectos inmobiliarios de toda clase, desde departamentos de alta gama hasta vivienda de tiempo compartido en la playa.
Los proyectos dirigidos a las clases medias fueron inmensa mayoría y los de alta gama también tuvieron un buen y variado menú para ofrecer.
En proporción, los proyectos populares fueron pocos , aunque el Miduvi tuvo un estand donde concienció a la población sobre los diversos tipos de bonos que oferta; y el Biess también entregó valiosa información sobre los préstamos a los que puede acceder el afiliado para adquirir vivienda.
La falta de proyectos populares tiene varias lecturas. Algunos constructores afirman que para tener una utilidad razonable en la construcción de estas casas hay que levantar muchas, pasadas las 200. Por eso, dicen, en esta tipología el apoyo estatal es fundamental.