Los campesinos son los encargados de cuidar las fuentes de la zona. Foto: cortesía amílcar morales
Las delgadas y largas fibras doradas de los pajonales ondean con el fuerte viento en el páramo de la parroquia Mariano Acosta, en laparte suroriental de Pimampiro (Imbabura).
La guardiana de esta especie de selva fría es la Unión de Comunidades Indígenas y Campesinas de la zona (Ucicma), que aglutina a 14 parcialidades indígenas karankis. En los últimos seis años, el pajonal ha crecido cerca de un metro, señala con la mano Janina Farinango, habitante de Guanupamba.
Esta mujer kichwa recorre frecuentemente por el sendero que conduce a este remanente de páramo. En su inicio está flanqueado de árboles de arrayán, matache y hoja blanca.
El piso está tapizado por una alfombra verde, donde crecen los helechos y la paja. Estos vegetales funcionan como una gran esponja que captura la humedad del ambiente y da vida a esta inhóspita geografía.
A raíz de que se inició el control para evitar que el ganado vacuno ingrese a la zona, volvió a crecer libre el pajonal, explica Farinango.
También está prohibida la tala de los árboles. Con ello se logró frenar la expansión de la frontera agrícola, que ponía en riesgo las fuentes de agua. El fenómeno alertó a los campesinos, que comenzaron a ver cómo el nivel del agua comenzó a bajar hace 15 años.
Esta es una de las estrategias comunitarias que se aliaron con la naturaleza. Es que dos de los tres ejes por las que fue creada la Ucicma, que tiene 35 años, gira en torno al manejo comunitario de los páramos y del agua. El otro eje es el rescate de la identidad cultural, principalmente del idioma y de la vestimenta tradicional. La tarea de concienciar a los campesinos no fue fácil. Prácticamente se inició hace dos décadas, explica Oswaldo Noquez, líder de la organización.
Pero desde el 2010 lo hacen de una forma técnica. Para eso tienen como aliado al Iedeca. Se trata de una organización no gubernamental que trabaja en el cuidado del ambiente. Paralelamente, brindan asistencia a los pueblos indígenas Kayambi, en el norte de la provincia de Pichincha. Ahí, la misión es cuidar el agua, suelo, bosques y páramos.
En Mariano Acosta buscan replicar una de las experiencias de los kayambis. La idea es conformar un grupo de los llamados ‘urku kama’ (cuidadores del páramo, en español).
Por ahora, las tareas de protección ambiental son responsabilidad de todos. Unas 4 000 hectáreas de páramos de esta localidad de Pimampiro están bajo cuidado de las comunas.
Los indígenas se sienten orgullosos de lo que han logrado hasta ahora. La recuperación de la vegetación ha permitido el retorno de animales endémicos, como conejos y pavas de monte, ardillas, dantas, venados, etc.
Esta zona montano-andina también es el hogar del oso de anteojos y del puma. Con un poco de suerte, los vecinos pueden observar estas especies, esquivas al ser humano.
Una de las imágenes que más llama la atención de los campesinos es la migración temporal de loros desde la Amazonía. Cada septiembre llegan para comer las semillas de los árboles, comenta Farinango.
Pese a su cercanía a esta reserva hídrica, la mayoría de las 14 comunidades no tiene acceso al agua. Así explica Asencio Farinango, presidente de la Junta Parroquial local.
Luego de un proceso de autogestión de los comuneros, señala el dirigente, lograron una concesión de 367 litros por segundo. La cifra se respalda en un documento de la Secretaría Nacional del Agua.
Cuando llegue el líquido vital, la mayor cantidad del caudal (360) se destinará al riego. El resto irá para el consumo humano y abrevaderos de animales. Las 552 familias de la zona subsisten de la producción agropecuaria. Poseen 1 831 hectáreas cultivables en las partes bajas de las montañas.
Sin embargo, para conseguir la concesión del agua, los campesinos -junto con los técnicos del Iedeca- realizaron, al menos, 40 inspecciones siguiendo la ruta del líquido, que nace en las cumbres.
El próximo reto de los campesinos de las 14 comunidades de la Ucicma es instalar 5,4 km de tuberías. Lo harán en mingas, por su propia iniciativa.