P ara el vigilante de camisa roja, chaleco y gorra negra, ningún argumento es válido. Nadie puede ingresar en el Hospital Regional Docente de Ambato si cumple dos requisitos: portar mascarilla y tener el turno del día (un sello de la institución impreso en papel con un número marcado con resaltador).
La exigencia es parte de las medidas que se extremaron en la casa de salud, ante el registro de casos con el virus AH1N1. En Tungurahua, Chimborazo, Cotopaxi, Pichincha y Carchi se reportan más de 50 positivos y tres muertes.
El año anterior hubo 46 contagios y seis víctimas mortales. Carina Vance, ministra de Salud, dijo este lunes durante la visita al hospital Gineco obstétrico en el sur de Quito, que no se trata de un brote porque los casos presentados están dentro de lo esperado.
Las dos últimas semanas, el reporte de casos transformó el panorama en el Hospital de Ambato. Es jueves. Entre las 10:00 y las 11:30 concurren 20 pacientes. Suben la rampa, la misma por la que transitan las camillas que dejan las ambulancias. Los usuarios llegan a la puerta de madera y golpean.
Hasta que el guardia salga, se entretienen con los avisos pegados en las paredes sobre gente desaparecida o intentan husmear por los vidrios cubiertos con pintura blanca. Cuando los atienden, solicitan un turno para realizarse los exámenes y descartar que la tos, los dolores de cabeza o la congestión nasal, sean consecuencia del virus.
Reciben el papelito. No deben prestar atención al número. Contar con el sello y ubicarse detrás del último paciente en llegar es lo importante. María Chunllo ocupa el sexto puesto de la fila. Los ocho días de malestar por la fiebre, náusea, tos y dificultad para respirar no le permiten dormir. Cerró su puesto de venta de pinchos.
Cuando asistió al Centro de Salud, ubicado en Santa Rosa, también en Ambato, solo le dieron el formulario que guarda bajo su poncho negro. El médico le diagnosticó neumonía, pero no le recomendó medicamentos. Le indicó que sería transferida al Hospital.
Esta es la segunda vez en el mes que visita las instalaciones, en proceso de remodelación. La primera acudió por una afección del riñón. Cree que fue entonces cuando contrajo la gripe. Teme contagiar a sus cuatro hijos. Quienes logran atravesar la puerta de Emergencia, tienen que alargar la espera en el área adecuada para personas con síntomas de influenza.
En el Hospital, un portavoz dice que precisamente el uso de mascarillas, la restricción en el acceso y la adecuación de un área de aislamiento para los enfermos con neumonía son medidas que se han adoptado para evitar contagios.
Allí los especialistas se encargan de hacer los exámenes esenciales para identificar cuáles son los casos sospechosos. En esta temporada, en Tungurahua se han registrado 15 casos positivos de AH1N1. Ayer, Lorena Velasco, directora de Salud de Tungurahua, lo aseguró.
Norma Armas, subsecretaria de Vigilancia de Salud del Ministerio, refiere que con la temporada invernal el virus se activa, desde el 2009 (año de la pandemia por AH1N1 a escala mundial).
La influenza se produce por los virus tipo A, B y C. El tipo A causa las epidemias y tiene una subtipificación: AH1N1, AH3N2 y AH5N1. Estos se manifiestan con los mismos síntomas: tos, vómito, dolor de cabeza, fiebre. El AH3N2 es el más letal en el país. Este año se identificaron 236 casos, nueve de ellos atendidos en unidades de terapia intensiva, y 10 fallecidos. En cambio, el virus de la influenza B (gripe común, corresponde al rinovirus y adenovirus) tiene 53 pacientes afectados y cuatro fallecidos.
No existe una vacuna para el virus del AH1N1 fortalecido, que mutó en esta temporada invernal. Las dosis para prevenir los contagios se suministraron entre octubre del 2012 y enero de este año. La prioridad fue la atención a 3,4 millones de personas de grupos vulnerables (niños, mayores de 65 años, personas con enfermedades respiratorias. Según Armas, las nuevas dosis de vacunas llegarán en octubre, una vez que la Organización Panamericana de la Salud (OPS) las prepare.
Dos carpas azules cambiaron el paisaje del Centro de Salud Nº 1 de Ambato. Allí funciona el triaje, un área ventilada de atención médica para atender a personas que creen portar el AH1N1 y determinar la severidad y su hospitalización. Ángela Escobar, de 23 años, no sabía de esta iniciativa hasta que asistió a su control prenatal, anteayer, en ese Centro.
La ginecóloga detectó en ella los síntomas de la influenza y le recomendó que se hiciera atender. En la primera carpa, una enfermera con mascarilla, guantes, gorro y mandil quirúrgicos recogió sus datos (nombre, dirección, teléfono, etc.). También hizo una revisión física, en la que determinó los signos vitales, midió la presión, la temperatura y el peso.
Al sortear ese filtro, Ángela, como otras 30 personas, debía pasar a otro espacio de espera, junto a la segunda carpa, donde una especialista calificaba las patologías. La mujer se cubría con la capucha de su saco de lana verde oliva.
Su hijo Mateo Alexander, de 2 años, la abrazaba. Estaban cansados. Habían pasado más de cuatro horas desde que llegaron. En la fila, los pacientes se quejaban del frío, de la ceniza (tras la erupción de la Mama Tungurahua), del viento y del tiempo, mientras esperaban el turno con la especialista.
Después de la pandemia del virus AH1N1, la Organización Mundial de la Salud (OMS) confirmó la muerte de 18 449 personas a escala mundial por este virus.
En Ecuador, en este año se ha confirmado la muerte de tres personas. Una de ellas falleció en Cuenca el pasado 4 de abril. Mientras que otros dos pacientes fallecieron en el Hospital del IESS de Ambato el 9 y el 13 de julio, según datos del Ministerio de Salud.
En Guayaquil se descartó la presencia de casos de AH1N1. Esto, frente a los supuestos cuadros que se habrían presentado anteayer en un colegio ubicado en la vía a Samborondón, dijo Johnny Real, director de Vigilancia de Salud de la Coordinación Zonal 8.
3,4 millones de vacunas administró el Ministerio de Salud en el invierno.
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