Hubo un día mayo en el que cada paso de David Garrido “se convirtió en un logro y una victoria”. El caminar, una actividad que antes era sencilla de realizar, ahora requería del uso de dos muletas que sostuviesen su tambaleante cuerpo al desplazarse.
Mientras que una de sus piernas estaba inmovilizada por una venda, su otra extremidad funcional batallaba por mantener el equilibrio de su cuerpo en medio de una ciudad que no está adaptada para personas con discapacidad. Dicha urbe es Santo Domingo de los Tsáchilas, al noroccidente del país.
Este joven de 24 años, fue parte de una dinámica, donde los participantes “viven con una discapacidad por unos minutos”.
En la localidad, la fundación Ternura y Amor, El Patronato Provincial, el Ministerio de Inclusión Económica y Social (MIES) y el Consejo Nacional de Igualdad de Discapacidades (Conadis) desarrollan sensibilizaciones vivenciales sobre diferentes discapacidades, desde hace aproximadamente seis meses.
Estas actividades consisten en que una persona sin limitaciones físicas sienta por algunos minutos lo que es tener una discapacidad, a través de simulaciones con sillas de ruedas, muletas, vendas y bastones.
Para que David tuviese momentáneamente una discapacidad física, se ató su pie derecho a la parte posterior de su muslo. De esta forma se aparentaba que tenía una amputación desde la rodilla. Se le otorgaron dos muletas para que se movilice desde una vereda hacia el otro extremo de una calle, cruce una avenida y se movilice hacia otros puntos.
“Los artefactos ortopédicos son parte fundamental de estas dinámicas, ya que no es suficiente que la persona sin discapacidad perciba lo que es no tener una pierna, tener deficiencias visuales o no poder mover las extremidades. Es indispensable que el individuo viva en carne propia las dificultades que esto conlleva y la única forma de que lo haga es movilizándose con una discapacidad a cuestas”, asegura la directora de la fundación Ternura y Amor, Omayra Jara.
Durante los instantes en los que fue parte de este ejercicio las palabras “fácil y caminar fueron difíciles de conjugar”.
Este tipo de prácticas, de una duración individual de entre cinco y 10 minutos, se han realizado en todas las parroquias rurales de la provincia, en lugares concurridos como la Terminal Terrestre y Junta Parroquiales y en más de 10 unidades educativas y fundaciones.
El incesante golpeteo de un bastón, durante una de las sensibilizaciones, alertaba a los pasajeros de la Terminal Terrestre de la ciudad, que una persona con discapacidad visual caminaba por el lugar. Esa persona era, Magdalena Enríquez, una de las voluntarias que representaba a alguien que había perdido el 100% de su visión.
Sus manos tocaban las paredes, las personas y las sillas con el único propósito de no caer o tropezar, ya que tenía sus ojos vendados. En su trayecto chocó con la boletería, casi cae por unas gradas y se golpeó con varios asientos.
“Más que el dolor físico, me dolió que nadie me ayudara a caminar o me avisaran que habían obstáculos. Fue muy duro que la gente se comporte así conmigo”, asegura.
La psicóloga, Andrea Torres, sostuvo que esta práctica permite que los voluntarios “noten que en algún momento de sus vidas fueron ellos los impasibles ante la necesidad de las personas con discapacidad y recapaciten acerca de sus acciones cotidianas frente a sus limitaciones y a las de los demás”.
Según el Conadis en la provincia existen 5 069 personas con discapacidad física y 1 120 con discapacidad visual.
El coordinador provincial de esta entidad manifestó que los ejercicios vivenciales también son la herramienta para demostrar otra de las formas de exclusión de la que son víctimas las personas con discapacidad, la infraestructura inaccesible.
“Muchas de las edificaciones de la parte céntrica de la ciudad no cuentan con las rampas, barandas o señalética necesaria para la movilización de alguien con limitaciones de cualquier. A pesar de que se está trabajando para reformar varias estructuras aún falta mucho por hacer”, añadió
El Cabildo aprobó, en el 2012, una ordenanza sobre Discapacidades, la cual estipula en su artículo 13 que quienes realicen una construcción que preste servicio público deberán contemplar espacios vehiculares y peatonales exclusivos para personas con discapacidad, de lo contrario sus planos no serán aprobados. En el caso de las construcciones existentes, tienen un plazo de tres años para hacer las adecuaciones pertinentes para no ser sancionados.
Para Guadalupe Vela, quien tiene una discapacidad visual y es presidenta de la fundación Fe y Luz, “quienes realizan la dinámica, conocen más acerca de la palabra impotencia, la cual es el común denominador de la mayoría de personas con limitaciones. Nosotros tenemos que batallar con algo que no podemos cambiar, pero ellos si tienen el poder de elegir ser saludables y de paso ser condescendientes”.
Entre peripecias y unas especies de acrobacias se siguen movilizando las personas con discapacidad que habitan en la provincia. La única diferencia es que ahora más de 2 000 “personas llamadas sanas conocen lo que es vivir con una limitación y seguramente en un futuro ayudarán a ser en silla de ruedas a cruzar la calle”.