En festividades, los padres separados o divorciados afrontan al menos dos encrucijadas: ¿con quién de los dos pasarán sus hijos o cómo cubren la ausencia de uno?
Odalys Godoy, de 10 años, no recuerda ninguna Navidad junto a su padre, a quien visita únicamente los fines de semana.
Esta pequeña de sexto de básica de la Escuela San Francisco de Quito pasará estos días con sus abuelitos y tíos en La Maná. “A mi papi a veces le extraño y otras no, tiene novia y va a pasar con ella”.
Su madre Mercedes reconoce que estas épocas son difíciles para los hijos de padres separados. “Cuando la ex pareja ya tiene otra mujer, los niños la ven como un enemigo, una persona no grata para la familia y se alejan más”.
La terapista familiar Judith Morejón explica que si el padre o la madre ya tiene una otra pareja o familia no necesariamente debe ser un enemigo para los niños.
“Depende de la forma en la que esa nueva persona entró a la vida de los chicos” y añade que la inseguridad de la madre o del padre frente a esa nueva relación es la que crea sentimientos de culpabilidad cuando el niño disfruta de la compañía de esas personas.
Teresa Mora, psicóloga clínica y terapista familiar, hace notar otro punto importante: los niños solo esperan recibir afecto y amistad, incluso de la nueva pareja del papá o la mamá.
Al igual que Odalys, Xavier Jiménez, de 13 años, tampoco compartirá con su padre Edmundo, quien hace seis años dejó el hogar. “No sé si este año mi papi venga para comprarnos ropa como siempre”. Con sus ojos llenos de lágrimas dice que sus ñañitas Kelly y Mónica preguntan siempre: “¿Por qué mi papi no viene a vivir con nosotros?”. Xavier cuenta que su madre Rocío no responde a esto, solo se entristece.
La ausencia de su papá es llenada por sus abuelitos, primos y tíos. “De vez en cuando hablo con mi papi, sí le extraño, pero él ya tiene una amiga, novia o algo así”.
Si el niño extraña a su papá, como en este caso, Mora recomienda que la madre lo llame y le sugiera visitar a los hijos o al menos comunicarse. Es importante, añade, hablar acerca de estos vacíos “Descargarse, llorar y luego buscar alternativas de solución es positivo. Aislarse cada uno con su dolor provocará depresión y agresividad en los niños”.
Naomy Galarza, de 11 años, en cambio, decidió pasar con su papá Franklin. Hace 11 meses decidió ir a vivir con él, por la mala relación con su mamá Evelyn. “Al que más extraño es a mi ñañito Joseph, que vive con mi mami, solo le veo en la escuela”. La pequeña reconoce que después de abrir los regalos, su papá le dice que vaya a casa de su mamá a desearle feliz Navidad, porque vive cerca.
Mora pone énfasis en que lo mejor es mantener una amistad entre padres, por lo que no descarta que salgan juntos a comer algo que les gusta a los chicos y paseen en algún sitio acogedor.
Si el padre no creó un vínculo afectivo con sus hijos, no hay que asombrarse de que ese niño prefiera pasar con sus abuelitos, con sus hermanos o su madre. En estos casos, el niño tiene la conciencia de que su único ser amado es su madre, el vacío se sentirá a los 10 años, en la preadolescencia.