Creen en la tierra libre de químicos. Creen en sus frutos pequeños pero saludables. Creen en el tiempo adecuado de cosecha, no se apresuran. Ese es el credo de Bona Terra, una feria que congrega a más de 90 fieles productores, de distintas provincias y que rinden culto a lo orgánico. Su templo es un coliseo del Colegio Balandra, ubicado en los cerros que rodean la ciudadela Los Ceibos, en el norte de Guayaquil.
Ahí exhiben, en rústicos y ornamentales puestos de caña, los 10 mandamientos de los alimentos orgánicos. El primero: no tienen químicos, pesticidas, fertilizantes ni aditivos sintéticos.
Ariana Morán es productora de Lomas de Sargentillo, un cantón ubicado en el norte de Guayas. Vende los zapallos, maracuyás, hierbabuena, fréjol, verduras, albahaca que ella cultivó utilizando lombrices o abono a base de heces de animales .
También, cada cierto tiempo, un biólogo revisa la tierra de su parcela. De esa manera controlan la dosis adecuada de sales minerales y nutrientes del suelo para lograr una buena cosecha.
Leonardo Mejía agrega otro mandamiento al credo: “No aportar al calentamiento global”. Es arrocero de Daule, uno de los cantones que más aporta a las 880 000 toneladas de arroz que produce Guayas al año (es el 60% de la producción nacional).
Pero Mejía optó por un cultivo ‘verde’, con aplicaciones de nitrógeno, fósforo y potasio de forma más natural. El nitrógeno lo obtiene del helecho acuático Azolla anabaena, un biofertilizante más potente que la urea y que es tradicionalmente usado por agricultores en China y Vietnam.
Para el fósforo usa una roca fosfórica o quema y aplica la cáscara del arroz. Ese tamo, muchas veces desechado, también aporta silicio.
El sabor, color y aroma de los productos son la mayor muestra de calidad: están llenos de vida. Ese es otro mandamiento que seduce a los compradores. El último sábado, cuando se realizó la feria con unos 20 productores, Byron Ledesma llegó como devoto.
Anda detrás de ferias o mercados donde los productores puedan certificar que los alimentos son 100% naturales, que no afecten a su salud. En cada visita invierte unos USD 30. Como él, decenas de fieles consumidores acuden cada mes a las convocatorias de Bona Terra.
Lisette Villacrés, una de las organizadoras, resume otros tres mandamientos: la feria compromete a consumidores responsables, que valoren una buena nutrición (son alimentos más ricos en vitaminas, minerales y antioxidantes) y promueve el comercio justo.
Hace un año, el productor Geovanny Tutivén profesa la agricultura orgánica. En su puesto no hay muchos alimentos. Dice que siempre lleva lo justo y necesario.
En un día de feria suele vender USD 80, aunque tiene fe en que sus ingresos aumentarán con el paso del tiempo. “Cada día las personas ven que lo orgánico es lo mejor”, dice religiosamente, con fe en que llegarán los clientes.
La feria de Bona Terra
Esta feria de productos ecoamigables se realiza cada mes, desde noviembre del 2011. Aquí también enseñan a montar huertos orgánicos en casa.
La Fundación In Terris, del colegio Balandra, y la Federación de Centros Agrícolas y Organizaciones Campesinas del Litoral (Fecaol) son los promotores.
Elaborar compost o abono orgánico y aprender recetas con productos naturales son otras de las opciones de esta feria.