Femicidio: Cinco vidas de mujeres segadas en menos de 5 días en Quito

Miembros de la Dinased llegaron la tarde del viernes 21 de julio hasta un inmueble de la parroquia de Conocoto, donde se encontraba el cadáver de una mujer. Foto: EL COMERCIO

Miembros de la Dinased llegaron la tarde del viernes 21 de julio hasta un inmueble de la parroquia de Conocoto, donde se encontraba el cadáver de una mujer. Foto: EL COMERCIO

Agentes de la Dinased llegaron la tarde del 21 de julio del 2017 hasta un inmueble en Conocoto, para el levantamiento del cadáver de una mujer. Foto: Eduardo Terán / EL COMERCIO.

“Nos están matando, esto es una masacre”. Las palabras, enunciadas con indignación, son de la asambleísta Dallyana Passailaigue, luego de enterarse del hallazgo de dos cadáveres de mujeres violentadas este viernes 21 de julio del 2017 en Quito, víctimas de femicidio, como las tres asesinadas el lunes en El Quinche.

Ese lunes 17 de julio de 2017, Lázara de 21 años, su hermana Yudeisy de 15 y la madre de ambas Yudelkys de 44 murieron apuñaladas. El asesino, un hombre de 25 años, era expareja de Lázara; se quitó la vida después del triple femicidio y de prender fuego al departamento.

Las últimas dos víctimas fueron halladas en tres lugares este viernes 21. Cerca de las 04:00, operarios de la estación de transferencia de basura del sur de Quito encontraron brazos mutilados de una mujer en una bolsa negra, entre los desperdicios. Horas más tarde, las autoridades encontraron el resto del cadáver en el interior de un inmueble en Conocoto; entonces, confirmaron su identidad: Yadira N. de 28 años.  

Cerca del mediodía, el cadáver de Nancy N., de 48 años, fue encontrado con hematomas, signos de violencia, a dos cuadras de su vivienda en el sur de Quito. La Policía halló en su cartera una boleta de auxilio; uno de sus seis hijos refirió que sufría maltrato.

“Debemos tomar acciones inmediatas para erradicar este problema”, reclama Dallyana Passailaigue, asambleísta por el Partido Social Cristiano, quien dentro y fuera del Parlamento está dispuesta a poner alto a la violencia de género. “En este año hay un 50% más de femicidios que lo registrado en el 2016; algo no está funcionando, nos están matando. Si el Estado no se responsabiliza de esta problemática social que acaba con las mujeres y desintegra familias, esto no se va a detener”.

Desde hace tres años en Ecuador está tipificado el femicidio como delito que se sanciona con penas de 22 a 26 años de cárcel. Esa tipificación ha visibilizado los casos en las instituciones del Estado. Según el Ministerio del Interior, en el 2015 se registraron 73 femicidios, 83 en el 2016. La Cartera de Estado afirma que hasta el 16 de julio del 2017 se reportaron 63 casos.

La Comisión Ecuménica de Derechos Humanos (Cedhu) dice que entre el 1 de enero y el 30 de junio de 2017 hubo 83 femicidios en Ecuador. Estas cifras excluyen las muertes de Lázara y su familia, Nancy y Yadira. 

De los crímenes documentados por la Cedhu, 20 ocurrieron en Guayas, 16 en Pichincha, nueve en Manabí, siete en Azuay, seis en Los Ríos, tres en Orellana, Esmeraldas, El Oro y Chimborazo; dos en Bolívar, Imbabura, Loja y Santa Elena, y uno en Santo Domingo, Sucumbíos, Tungurahua y Zamora Chinchipe.

Pero en el país las cifras no cuadran. El 30 de junio de 2017, el ministro del interior César Navas dijo que entre el 1 de enero y esa fecha se cuantificaban 59 femicidios. Por su lado, el Ministerio de Justicia habla de 74 casos en todo el país hasta el 7 de julio.

Para Farith Simon, decano del Colegio de Jurisprudencia de la Universidad San Francisco de Quito, la diferencia en las cifras que entregan las distintas instituciones obedece a una “falta de coordinación institucional, una clara superposición de funciones dentro de las entidades. Nuevamente se pone sobre la mesa el tema del mal manejo de las estadísticas”.

Lázara, Yudeisy y Yudelkys fueron asesinadas con ensañamiento. Antes de quitarse la vida, su agresor las hirió con cuchillo y machete, las mujeres sufrieron cortes en sus manos y brazos, perforaciones en sus órganos. Es otro patrón común cuando se habla de femicidio, según Cedhu.

Esta entidad advirtió que las víctimas son estranguladas, decapitadas, mutiladas y agredidas sexualmente. Algunas incluso son maltratadas después de morir.

Según la OMS el femicidio es “el extremo del espectro” de la violencia de género. Se sabe además que “una gran proporción de femicidios se cometen contra mujeres involucradas en relaciones violentas y sus perpetradores son parejas actuales o anteriores de las víctimas”.

Con este criterio coincidía el 19 de julio de 2017 en su cuenta de Twitter, la abogada Silvia Buendía, quien señaló: “Machismo es machismo, pero la más extrema consecuencia de la violencia de género es el femicidio. Y a nosotras nos están matando los hombres”.

En la misma red social, Cristina Burneo, docente de la Universidad Andina Simón Bolívar e integrante del movimiento de mujeres, aseguraba que el femicidio “cada vez se denuncia más, pero cada vez sucede más y de peores formas. No nos es ajeno: tiene que ver con todas las violencias que legitimamos”.

¿Cómo erradicar la violencia? La Coalición Nacional de Mujeres del Ecuador presentó el 18 de julio el proyecto de Ley Orgánica Integral por el derecho a las mujeres a una vida libre de violencia.

Lo hizo como parte de la Cruzada Nacional contra la Violencia a las Mujeres impulsada desde el 10 de julio por el presidente Lenín Moren: “Llegó el momento de decir basta. Les convoco a una cruzada nacional contra la violencia hacia las mujeres y la familia. La violencia de género debe ser judicalizada. Quien conozca un caso debe denunciarlo”.

Dos días después, el 12 de julio, Moreno se reunió con colectivos de mujeres del país que impulsan la lucha contra la violencia de género. Habló de la necesidad de fortalecer los mecanismos para facilitar las denuncias. Dijo que las víctimas de femicidios “son vidas truncadas por la mano asesina de la irracionalidad machista”.

Video: YouTube, cuenta: Presidencia de la República del Ecuador ©SECOM

Farith Simon considera que la legislación ecuatoriana “es insuficiente... en cuanto a encarar la violencia contra la mujer” y sugiere como una manera de enfrentar la problemática “establecer condiciones para una política pública real y de prevención sobre el tema, que en este momento no tenemos. Hace falta una ley que encare otras formas de violencia que no están penalizadas en la actualidad, que no están contempladas dentro del control institucional”. 

De hecho, la tipificación del femicidio en el Código Penal (desde el 10 de agosto del 2014) tiene una limitación. En su artículo 141 reza: “La persona que, como resultado de relaciones de poder manifestadas en cualquier tipo de violencia de muerte a una mujer por el hecho de serlo o por su condición de género será sancionada con pena privativa de libertad de veintidós a veintiséis años”.

En 2016, la Fiscalía hizo notar a EL COMERCIO que no todas las muertes violentas de mujeres son consideradas femicidio. ¿Por qué? El artículo 141 precisa que esa figura es aplicable únicamente a las muertes violentas de mujeres perpetradas por asesinos que previamente mantenían una relación de poder sobre ellas: pareja, jefe, etc. Sin ese patrón, otros casos pueden ser considerados asesinatos, como en la vieja legislación.

La identificación del femicidio, según los juristas, es fundamental para abordar un fenómeno que se ha invisibilizado en Ecuador: la violencia de género.

Dallyana Passailaigue plantea que uno de los pasos indispensables que se deben dar es actualizar el estudio de violencia de género del Instituto Nacional de Estadística y Censos (INEC). El último data del 2011 y reveló que seis de cada 10 mujeres son víctimas de algún tipo de violencia en Ecuador.

Passailaigue presentó este julio una resolución administrativa en el Pleno de la Asamblea “exhortando a diferentes instituciones como la Legislatura y sus comisiones especializadas para que prioricen los temas de género. También al Ministerio de Educación y la Senescyt para que se creen programas a lo largo de la formación educativa para romper con estos patrones socioculturales. A través de la educación se puede transformar a la sociedad”.

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