El artista japonés On Kawara falleció el 10 de julio del 2014 en Nueva York. Foto: captura
La muerte del artista japonés On Kawara cuando estaba a punto de celebrarse la mayor exposición jamás hecha sobre su obra sobrevuela el museo Guggenheim de Nueva York en ‘Silence’, la muestra donde en parte se desvela y, sobre todo se perpetúa, el enigma de este artista siempre ausente.
La presencia póstuma de Kawara (1933-2014) llenará desde el 6 de febrero hasta el 3 de mayo las salas y, en especial, el pasillo en espiral del edificio diseñado por Frank Lloyd Wright, de sus metódicas series de repetición.
Dos postales diarias durante doce años o 97 cuadros con nada más que la fecha de cada día entre el 1 de enero y el 31 de marzo de 1970, acompañados de una página de periódico. Una colección de telegramas, textos con un código propio, el inventario de todas las personas que conoció o los mapas de las ciudades que visitó.
Una forma medio maquinal, medio artesanal y casi neurótica de decir todo y nada sobre su existencia. “No hay duda de que este trabajo tiene una cualidad íntima y creo que en algunos aspectos, lo que describe es muy privado. Pero además, como es algo abstracto, nos dice dónde y cuándo, pero nunca el contenido de su experiencia. Ese nivel de abstracción permite a la obra ser algo más”, explicó a Efe el comisario de la exposición, Jeffrey Weiss.
‘Silencio’, de hecho, fue el nombre que el artista eligió con una doble intención: por ser el espacio desde el que él encontraba la inspiración y por ser la relación que une a la obra con su público. La ausencia total de intermediarios.
“Tuvo exposiciones maravillosas en países de todo el mundo, pero deliberadamente se mantuvo fuera del ojo público en los últimos 30 o 40 años. No daba entrevistas, no hablaba de su trabajo. Nunca estaba buscando museos que expusieran su obra, sino que éramos nosotros los que teníamos que ir a buscarle a él”, explicó Weiss.
Este carácter anacoreta imprimió a su obra, inevitablemente, un deje meditativo. Unas coordenadas para reflexionar sobre tiempo y espacio. Un ritual de fechas y lugares apuntados de manera casi obsesiva. Y, por otro lado, le descolgó de cualquier movimiento artístico en la era del arte conceptual.
“Hay dos cosas que hacen que no pueda ser considerado conceptual. Por un lado, su devoción por la pintura, que muchos de los pintores de esa época abandonaron. Él lo consideró un aparte crucial de su trabajo. Por otro, su trabajo tiene una dimensión existencial, más amplia y más profunda que la de sus contemporáneos”, aseguró el comisario, que ha estado tres años componiendo esta exposición en espiral.
“Quería especialmente que el trabajo encajara con el espacio y, mi intención era enseñarlo aquí, crear una estructura perfecta para la muestra. El edificio era ideal no solo por la continuidad de la rampa, que refleja con el paso del tiempo, sino por la transparencia del espacio, que permite ver distintos trabajos en distintas partes a la vez”, reconoció Weiss.
Asimismo, reconoció que hoy 5 de febrero, al presentar esta exposición ante los medios, “se echa más de menos que nunca a On Kawara”, aunque recuerda que, de cualquier manera, nunca hubiese estado presente.
“Pero la exposición se ha convertido en algo inevitablemente diferente. Ahora es una especie de memorial, lo cual no era nuestra intención”, dijo el comisario, quien espera que, al menos de manera póstuma, “el público redescubra o descubra por primera vez a este gran artista”.