Paul McCartney logró lo que Liga de Quito no ha hecho en esta temporada: llenar Casa Blanca. Esta vez, desde las gradas del estadio, no hubo papel picado al inicio del espectáculo. Cuando McCartney salió al escenario, desde los graderíos y la cancha, hubo gritos y aplausos.
Al inicio, antes de que Macca saliera a escena, los fans rogaban porque la lluvia no cayera. Otros, en cambio, se alimentaron con empanadas de morocho, sándwiches, cachitos… Todo era bueno.
El sonido, en la previa, generaba dudas. Por ahí, San Pedro intentó ‘aguar’ la fiesta. Los ponchos, entre los presentes, se pusieron de moda. La ligera llovizna no duró mucho. Desde arriba, San Pedro decidió no abrir la llave…hasta ese momento.
McCartney apareció en los tablones y el júbilo se apoderó de sus seguidores. El audio estuvo óptimo. Se quedaron atrás las dudas. El hincha del Liverpool, del cual es socio, y que además simpatiza con el Everton salió sin zapatos de fútbol, camiseta o pantaloneta. El cantante inglés, todo elegante, saltó a la cancha para hacer de las suyas en Ponciano.
El exbeatle no gambeteó, no hizo fintas; pero todo su talento se demostró con su voz y su fineza al tocar la guitarra, el bajo, el piano. Un show digno para corear un ¡ole!
Prueba de ello fue que los presentes lo corearon. Para quienes desconocen, cuando el equipo gana y el partido está en la bolsa, los hinchas del fútbol corean ¡ole! como señal de victoria.
[[OBJECT]]
Al frente del escenario, en lo más alto, en la general norte, no se gritaban barras de Liga. El “olé, olé, olé, olé Paul, Paul” fue la forma de alentar al cantante inglés y a su banda.
Cada canción se vivía como un gol desde las gradas. Eso sí, cuando cantó alguna no muy conocida entre los presentes, los hinchas del cantante inglés bajaron las revoluciones y prefirieron tomar asiento. Algo así como cuando el dueño de casa, Liga, baja las revoluciones en un partido de fútbol.
Pero, casualidad o no, McCartney estaba donde se ubica la Muerte Blanca, la barra brava de Liga. Allá, en la general sur, el ídolo de los 60 animó a quienes estaban en el estadio. Quienes siguen a Liga saben que, la mayoría de veces, la Muerte toma la batuta para animar a los ligados y alentar a los albos en la cancha ¡en un partido de fútbol, el estadio se contagia de la energía de la Muerte Blanca!
En medio del show, los juegos pirotécnicos salieron desde el escenario. Así como cuando Liga vivía la gloria. En esa épocas de finales internacionales. La algarabía, en la general, era desbordante. Por ahí, una señora, coincidencia o no, estaba en el medio de la General. “Hagamos la ola. A la una, a las dos, a las tres”. Levantó sus manos y como efecto dominó los que estaban cerca participaron de la dinámica. ¡Fiesta en las gradas!
[[OBJECT]]
Paul McCartney se despidió. Nadie bajó el aliento en las gradas. El cantante inglés volvió al escenario. Se inyectó del ánimo. Luego de dos horas y media de show, McCartney estaba listo para los ‘penales’. Claro, si de fútbol de tratase, la figura calzaría. Pero no fueron penales, fueron canciones que redondearon el espectáculo.
Esas últimas melodías se vivieron de pie. No importó la lluvia. San Pedro se acordó de abrir la llave. En esta tanda de penales, como para gráficar las tonadas finales, no hubo manos en el rostro. Los hinchas no estuvieron ansiosos a ver a dónde va a patear el jugador de preferencia o a dónde va a volar el arquero para desviar el balón. Los hinchas de Paul levantaron las manos, corearon las canciones y bailaron al ritmo de las melodías.
Al final, McCartney dio su yapa, mostró su talento y se despidió en medio de la euforia de los aplausos y los gritos de apoyo. Casa Blanca se quedó vacía, y por qué no, con la esperanza de que la próxima fiesta sea futbolística. Eso sí, con las ganas de que se vuelvan a llenar esos graderíos con hinchas blancos.
Y que el olé, olé, olé Paul se cambié por un: ¡yo te daré Liga hermosa una cosa que empieza con ‘c’: Campeón!