España se despidió ayer de Enrique Morente, una de las mayores figuras del flamenco que ha dado ese país.
Un día después de su muerte en un hospital de Madrid, la capilla ardiente del cantaor quedó instalada la tarde de ayer en la sede de la de la Sociedad General de Autores y Editores (SGAE) en la capital española para que sus admiradores le dieran el último adiós.
El féretro fue recibido con aplausos, llantos y gritos de “¡viva Enrique!”, pronunciados por los numerosos familiares y amigos que esperaban su llegada a las puertas de la SGAE.
“Es y será, ya para siempre, sinónimo del flamenco más universal”, manifestó el presidente del Gobierno español, José Luis Rodríguez Zapatero, en el telegrama de pésame enviado a la familia del connotado artista.
Su pérdida “es hoy llorada por toda la familia de la música, más allá de los géneros, y por todos los españoles, que recordaremos su carisma personal, su extraordinaria voz y su inolvidable fuerza creativa”, añadió Zapatero.
Los primeros en entrar en la capilla ardiente fueron su viuda, la bailaora Aurora Carbonell, y sus tres hijos, entre ellos la también cantaora Estrella Morente.
El alcalde de Madrid, Alberto Ruiz-Gallardón, anunció a la salida de la capilla que el Ayuntamiento de la capital española dedicará una calle a Morente.
El cantaor será enterrado hoy en su Granada natal. Los restos mortales llegaron a la sede de la SGAE, desde el Instituto Anatómico Forense, donde se realizó la autopsia del cantaor, fallecido a los 67 años .
Allí, llegó después de que su familia denunciase su muerte por negligencia médica a la clínica en la que estuvo ingresado más de una semana hasta su muerte.