Por la noche, Guayaquil luce como una iguana somnolienta. Tal cual su gente. Acostumbrados a que la diversión se vive de lunes a lunes. Entre los noctámbulos, los bohemios que aún añoran el viejo Cacao, están los que aprendieron a refugiarse en Diva Nicotina.
El bar nació en el mismo sitio que la ciudad: el cerro Santa Ana. Y esa identificación con el puerto se mantiene tanto dentro como en quienes llegan al sitio. Esa sensación de ser marinos que están perdidos en el océano, en busca de un oasis…
Eduardo Jurado es el propietario del bar. Su idea, en un inicio, era traer a la urbe porteña la cultura del fumar habanos, cigarros de calidad. Estaba muy lejos de imaginarse que su local se transformaría en un sitio donde la cultura y la diversión van de la mano.
“Yo tenía un local de venta de habanos. Como quería aumentar el mercado de clientes instalé este bar”, asegura.
El sitio está ubicado en el escalón 10 de la escalinata del cerro Santa Ana, en el centro de la urbe. En sus inicios era una casa de familia, construida en madera, que durante muchos años hasta antes de la regeneración urbana, permaneció deshabitada.
De eso no queda ahora ni las sombras de los fantasmas de los antiguos dueños.
Sus nuevos dueños son estos bohemios, cineastas, músicos, interesados en los conciertos que se ofrecen en el sitio, desde los miércoles a los sábados.
Jazz, ska, reggae, rock, pop, todo género musical tiene cabida en Diva. La única condición es que se trate de música original. Los covers están prohibidos bajo decreto inamovible del sitio.
“Para mí lo mejor son los miércoles de jazz”, asegura Antonio Santos, uno de los clientes fijos de las programaciones de ese ritmo. “Se nos volvió una rutina a mi esposa y a mí. Es el único sitio en la ciudad donde se puede venir y escuchar esta música”.
Los miércoles de jazz son solo una de las opciones dentro del menú de Diva.
El bar se volvió una plataforma para bandas nuevas que querían mostrar su música.
Me di cuenta -asegura- que no habían en la ciudad sitios para oír música en vivo y que sea original. “Entonces decidí que había que apoyar a estos chicos. Siempre y cuando muestren calidad”.
Por ejemplo, dentro de la escena de Guayaquil, el único sitio donde se puede tocar es allí.
Por las tablas de Diva han pasado grupos tanto guayaquileños, como de otras partes del país hasta extranjeros. Mama soy demente, Cadáver Exquisito, Héctor Napolitano, El Jefe Vergara, Bjorn Borg, o Sudakaya han sido algunas que han caído al bar.
Diva tiene capacidad para 150 personas. Las mesas y sillas son de madera. Cada año es readecuado. Ofrece licores y piqueos.
En Diva no se va a bailar o escuchar música comercial. No se escuchan vallenatos, ni bachatas ni reggaetón. Ese es otro decreto. Quien llega al sitio sabe lo que busca. Un lugar para escuchar buena música.