En el Hospital Alfredo G. Paulson, en Consulta Externa, se ve a madres jóvenes. Foto: Elena Paucar / EL COMERCIO
No sintió náuseas ni mareos. “Mi mamá notó que mi cuerpo cambiaba. La panza empezó a crecer”, recuerda Evelyn, mientras cubre su abultado vientre con una carpeta infantil, en donde guarda sus ecografías. Una prueba rápida confirmó su embarazo.
Con 16 años abandonó el colegio. Cursaba el cuarto mes cuando lo supo. El suyo era un embarazo de alto riesgo. “Estaba anémica. Pero desde que vinimos a las consultas ya ha ganado 20 libras”, cuenta Alberto, su pareja de 24 años.
En el área de Consulta Externa del Hospital Alfredo G. Paulson, de la Junta de Beneficencia de Guayaquil, se calcula que el 30% de las pacientes es adolescente. Es fácil reconocerlas entre las adultas, por sus rostros infantiles.
Ahí, al igual que en otros centros, aplican protocolos de atención, pues en su mayoría los embarazos de adolescentes son de alto riesgo. Eso está marcado por su salud. Vienen con bajo peso u obesidad, infecciones, anemias e hipertensión, cuenta la gíneco-obstetra Mariana Murillo.
En sus consultas todo empieza por generar empatía en la primera cita. Así garantizan la continuidad de los controles. El tratamiento incluye derivaciones a psicólogos, nutricionistas, a veces a genetistas. A partir del séptimo mes empieza la difusión de información anticonceptiva. La idea es postergar un segundo embarazado, con un proyecto de vida.
El embarazo adolescente es prioridad de salud en América Latina. La región ocupa el segundo lugar con altos índices, tras África Subsahariana. Según el Centro de Estadísticas para América y el Caribe (Cepal), Ecuador es el tercer país de la región con la tasa más alta de embarazo en adolescentes (10-19 años), tras Nicaragua y República Dominicana.
Los datos son del Plan Nacional de Salud Sexual y Reproductiva, 2017- 2021. Trae la política en relación con el control del embarazo adolescente. Esto, luego de la eliminación del Plan Familia en el Decreto presidencial. Antes, del 2011 al 2014, Ecuador contó con la Estrategia Nacional Intersectorial de Planificación Familiar y Prevención del Embarazado Adolescente (Enipla).
Según el Informe del Estado Mundial de Población 2013, los esfuerzos para prevenir el embarazo en adolescentes suelen centrarse en el grupo de 15 a 19 años. Pero las niñas que enfrentan más riesgo de complicaciones y muerte en el embarazo y parto son de 14 o menos.
Evelyn no tiene metas claras. No recuerda las charlas de educación sexual en el colegio. Pensó usar un anticonceptivo; pero al ver que su relación era estable, lo dejó de lado. “Nos estabilizaremos en lo económico. Veré si puedo estudiar”.
La obstetriz Gilda Barandica, del Ministerio de Salud Zona 8, dice que la información sobre salud sexual y reproductiva está al alcance de los jóvenes. Pueden recibirla en los centros de salud, no necesitan ir con sus padres.
Así se determinó en las Normas para la atención integral de salud a adolescentes, en el 2009. Y está habilitada la línea telefónica 171, opción 2. Su colega, la obstetriz Margarita Ontano, dice que por las campañas, cada vez más parejas adolescentes llegan para asesorarse y prevenir embarazos. Recalca que la información que dan es científica, basada en derechos sexuales, explican métodos anticonceptivos y fomentan un proyecto de vida, con metas profesionales.
No quieren que se escandalicen al hablar de asesoría de planificación familiar como un “hecho de abordaje libre o que intente contaminar las mentes de los adolescentes, motivándolos a tener sexo”.
Por ahora, Evelyn no piensa en un nuevo embarazo. Parece que aún no supera el susto de esta experiencia, que la llevó a dejar el primer año de bachillerato y a distanciarse de su madre. Ni siquiera puede verla.
La psicóloga Sonia Rodríguez conoce esas experiencias, a través de los programas que coordina en Salud Sexual y Reproductiva en el Centro Ecuatoriano para la Promoción y Acción de la Mujer (Cepam). Recientemente, lidera el proyecto Más educación, menos embarazo en adolescentes, en siete provincias.
Esta iniciativa se basa en la prevención, generando reflexión y debate entre 2 100 adolescentes, el acompañamiento a 300 madres adolescentes para conocer de cerca sus vivencias. Y en la sensibilización del personal educativo, para dotarles de herramientas útiles para llegar a los jóvenes.
Con esta propuesta, explica que esperan alcanzar los resultados que no se han concretado desde el Estado. Por un lado, por no mantener una política sostenida en el tiempo, y por otro, por no estar en sintonía con los adolescentes para no solo llegar con información.
Rodríguez destaca de la Enipla el acercamiento logrado con: Habla serio, sexualidad sin misterios. Pero reprocha enfoques del extinto Plan Familia. Según él, tildaba a los adolescentes de “irresponsables, con comportamientos compulsivos y sin control”.
Ella pide analizar por qué hay más embarazos adolescentes: falta de educación sexual, familias violentas, de las que ellas quieren salir.