Doris López. Foto: Patricio Terán/ EL COMERCIO
Introducción:
Doris López es una mujer amable y de pocas palabras. De alguna manera su permanencia detrás del mostrador del vestidor de un club campestre, los últimos 14 años de su vida, la ha acostumbrado a estar atenta a los requerimientos de los demás y a hacerse notar lo menos posible.
Cuando conversamos, previa autorización de sus jefes en Arrayanes Country Club (en Puembo), tiene el turno de la tarde y una de sus compañeras la cubre durante esta entrevista. Doris es una persona formal, que no se siente cómoda sonriendo y posando para las fotos; es también una mujer sincera que en un punto me dice: “¿Qué tengo que contestar? Ayúdeme”.
Testimonio:
Sí se siente algo distinto cuando uno cumple 40, porque se va madurando, pero también se va envejeciendo. Y aunque no estoy triste, me doy cuenta de que la vida pasa, porque van pasando los años y como que uno empieza a declinar. Eso es inevitable, tarde o temprano tiene que pasar.
Cuando era jovencita yo quería estudiar y ser abogada. Completé toda la secundaria y quise entrar a la ‘U’; o sea, sí entré, pero estuve unos poquitos días porque ya me embaracé y tuve que salir. Hasta ahí llegaron mis estudios. Pero quería ser abogada para defender a la gente, para luchar por lo que es justo.
Ahora creo que esas ansias que yo tenía se me apagaron porque estuve dedicada solo a mi casa, a atender cien por ciento a mi familia. Pienso que soy una persona justa, y quisiera que todos seamos justos en las cosas.
Me dediqué a cuidar a mis hijas, hasta que la menor ya tenía unos 4 años. Luego empecé a trabajar en el club (Arrayanes) y ya tengo 14 años aquí.
Antes de casarme también trabajé, igual que ahora en atención al cliente, de cajera, tuve varios trabajos… A mí me gusta trabajar aquí; tuve la oportunidad de entrar cuando hubo una vacante para el vestidor de niñas y recién hace un año pasé a trabajar al vestidor de damas. Ahí en el vestidor yo atiendo a las socias y también me encargo de tener el área totalmente limpia. Las socias son muy lindas conmigo; quizá por como soy, las socias me quieren. Y eso es lo que yo me llevo siempre. Me siento bien con lo que hago.
Si en unos 10 años ya me toca salir del club yo creo que me pondría un negocio. Como soy buena para el trato con las personas, tendría que ser algo en atención al cliente, entonces capaz me pondría una tienda. Quisiera estar en algún lugar que me permita seguir tratando con gente. Quedarme otra vez en la casa para mí sería imposible. Ya no me veo en la casa, me veo siempre trabajando. Bueno, cuando tenga 50 ya voy a estar viejita (la contradigo y se ríe) y talvez sea abuela; para ese momento sí me gustaría tener un nietito, pero ahora no. Yo siempre les he dicho a mis hijas (Liz de 22 y Estefy de 18) que primero tienen que estudiar, que para todo hay tiempo.
Tienen que seguir adelante, porque el estudio es primordial para que puedan ser independientes y no depender de un esposo o de un novio, para que puedan sobrevivir solas.
Lo más grande para mí son mis hijas, que están estudiando y haciéndose un camino. Yo logré enrumbarles, y evitar que se compliquen la vida. Verlas cumplir sus metas es mi mayor ilusión. Y lo único que me preocupa ahora es que pasen los años y llegue un punto en el que ya no pueda volver a conseguir trabajo.