la Televisión Central de China (CCTV) el 28 de marzo de 2018 muestra al presidente chino Xi Jinping (R) y al líder norcoreano Kim Jong Un estrechando la mano durante su reunión en Beijing el 26 de marzo de 2018. Foto: AFP
La reciente consolidación de Xi Jinping como líder supremo de China y el nuevo triunfo en las elecciones presidenciales del ruso Vladimir Putin, quien gobierna la nación desde hace 18 años, se producen en pleno apogeo de la confrontación con Occidente.
El que fuera coronel del KGB es acusado por el Reino Unido de haber ordenado eliminar, mediante gas nervioso, al espía doble Serguéi Skripal.
El primero en reaccionar fue Estados Unidos: el 26 de marzo expulsó a 60 diplomáticos rusos acusados de espionaje y cerró el Consulado de Rusia en Seattle. El mismo día, 14 países de la Unión Europea, además de Ucrania y Canadá, echaron a 80 representantes rusos.
Pero Moscú no perdona ni olvida, y días después devolvió el golpe a Washington con el despido de 60 de sus diplomáticos y el cierre del Consulado estadounidense en San Petersburgo.
Esta decisión sumerge a ambos países en una nueva Guerra Fría, aunque ni siquiera en tiempos del más profundo antagonismo entre EE.UU. y la antigua Unión Soviética ambas potencias llegaron a tomar medidas de tal calibre. El secretario de la ONU, Antonio Guterres, se mostró muy preocupado por la crisis diplomática provocada por el caso Skripal, que habría desembocado en una situación que él compara con la Guerra Fría.
La amenaza de una guerra comercial, esta vez con China, es otro frente abierto por el presidente Donald Trump. El 22 de marzo el magnate impuso nuevos aranceles a Pekín por un valor de USD
60 000 millones por violar la propiedad intelectual estadounidense.
El presidente Putin no necesita debates en televisión. Su eslogan de campaña fue “Un presidente fuerte, un país fuerte”. Foto: EFE
En respuesta a esta nueva medida, China anunció que está considerando imponer aranceles de hasta USD 3 000 millones a las importaciones de algunos productos estadounidenses.
Son demostraciones de poder entre un político conservador, autoritario, novato e irascible como Donald Trump y dos autócratas duchos como Vladimir Putin y Xi Jinping.
Quienes estudian la política internacional suelen discutir acerca de cuál es la métrica adecuada para estimar los cambios globales.
Algunos miran la distribución de poder y observan cómo en 30 años el mundo dejó de estar dominado por dos superpotencias, con centro en Washington y Moscú, e ingresó en el período unipolar en el cual Estados Unidos ha sido indispensable.
Federico Merke, catedrático de la Universidad de San Andrés de Argentina, advierte, sin embargo, que el unipolarismo es un relato agotado, porque lo que tenemos hoy es el “ascenso del resto”: China, Rusia, India, Brasil, Alemania, Indonesia y Sudáfrica.
La incógnita más valiosa es la que especula sobre el futuro de China.
En 1980, China representaba el 2,2% del producto mundial. Dentro de una década será la economía más grande del planeta y representará cerca del 20%.
Merke dice que buena parte del futuro orden global tendrá que ver con la habilidad, o no, que tenga China para convertir poder económico en poder político y simbólico. En su discurso en el que inició su segundo mandato de cinco años, Xi develó el rumbo por el que planea dirigir al país más poblado del mundo y la segunda economía global.
Afirmó que la era de Deng Xiaoping de hacer rica a China había terminado. Anunció que ahora la era de Xi busca hacer fuerte a China para el 2035.
En el ámbito doméstico, lo hará por medio de un partido y un líder poderoso, y en el ámbito internacional, por medio de la creación de un Ejército de alto nivel, como el de EE.UU. En política exterior, el nuevo credo chino está claro: el mundo es -por ahora- multipolar y China tiene un rol central que asumir en el mismo.
En el caso de Rusia, las repetidas crisis con EE.UU. y Europa lo único que han logrado es consolidar el liderazgo de Putin. Con cada guerra librada ha aumentado su popularidad.
Ocurrió con la de Chechenia, con la de Georgia, la anexión de Crimea, la actividad desestabilizadora en Ucrania y su intervención en Siria, una contienda inconclusa que Putin ya ha ganado manteniendo, contra viento y marea occidental, al tirano Bashar el Asad. El Kremlin maneja la política exterior rusa sin interferencias y con un amplio respaldo de la población, que no se ha visto mermado ni siquiera por su fracaso económico.
En el ámbito militar y económico, Putin sabe que la desproporción con EE.UU. es enorme y no lo puede desafiar y tampoco contrarrestar. “Putin ha entendido, con gran realismo, que el único terreno en el que Rusia puede hacer valer sus intereses y acreditar su imagen de gran potencia es el diplomático”, opina el analista Roberto Toscano en diario El País.
El nacionalismo del magnate Donald Trump ha provocado una retirada estratégica que está generando vacíos de poder. Foto: AFP
La rivalidad sigue siendo enorme. El último informe de seguridad nacional publicado por el Gobierno estadounidense habla de una “vuelta de la competencia entre las grandes potencias”. El documento expone el motivo de los aranceles punitivos: el robo en masa de la propiedad intelectual de EE.UU. Lo que revela el informe incrementa las preocupaciones: “China y Rusia desafían el poder, la influencia y los intereses de EE.UU. Están intentando erosionar la seguridad y el bienestar del país”.
De hecho, Xi Jinping ambiciona convertir a China para 2050 en la primera potencia mundial socialista moderna. “Política, cultural, étnica, social y ecológicamente”. Xi anima a que otros Estados sigan el “modelo chino”.
La competición entre sistemas, con el orden liberal democrático en un lado y el capitalismo de Estado chino en el otro, está a toda marcha. Todo ello en un momento en el que Trump se retrae al menos parcialmente de la política internacional. De sobra está decir que las intervenciones militares de esta potencia en Siria, Iraq y Afganistán han fracasado.
La ventaja de la simpatía hacia Washington frente a Pekín se ha reducido en los últimos tiempos. En países claves de Medio Oriente, América Latina e incluso Europa, China es claramente más popular que EE.UU., según un estudio del centro de investigación social PEW. “China está en lo más alto de su poder en tiempos modernos”, dice Michael Kovrig, especialista de Crisis Group.
Mira Milosevich, investigadora del Real Instituto Elcano, sostiene que el mundo de hoy no es bipolar, aunque a Putin le gustaría que lo fuera. Tampoco existe una rivalidad ideológica seria entre EE.UU. y Rusia.
La de Putin no es ni de lejos una potencia militar y nuclear como la de la exURSS. De la Guerra Fría surgió un liderazgo sólido de EE.UU., una Europa más integrada y fuerte y una visión común del orden liberal internacional. Hoy no tenemos una visión común y contamos con un presidente norteamericano imprevisible y una Europa con muchos problemas sin resolver.