La función social de la figurina Valdivia
Mariella García presentó el libro ‘La figurina como reflejo de un modo de vida Valdivia’
La figurina Valdivia, modeladas en cerámica con agregado o remoción de arcilla o talladas en piedra, constituye en cantidad y calidad uno de los restos materiales más importantes de la cultura arqueológica precolombina que se desarrolló entre el 3 500 y el 1 500 antes de Cristo, en la costa occidental del Ecuador.
Los objetos de arte mobiliar expresan contenidos sociales y marca una relación con el desarrollo de la sociedad, que la arqueóloga Mariella García Caputi aborda en el libro ‘La figurina como reflejo de un modo de vida Valdivia’, presentado la semana pasada en Guayaquil.
García, coordinadora de investigación de los repositorios arqueológicos del Museo Antropológico y Arte Contemporáneo (MAAC), plantea un estudio cronológico y de uso social de la figurina a través de un método comparativo.
La representación icónica resalta la sexualidad y la exageración de la genitalidad, en algunos casos asociados a la ideología de la fertilidad. Las ‘venus’ Valdivia, por ejemplo, mujeres con grandes caderas contrastan con las asociadas a ritos de paso (de la niñez a la pubertad) y fertilidad, poco voluptuosas.
Figurinas de embarazadas o con máscara aportan a la interpretación de usos-función. Los artefactos de ojos redondos, cavados en la cerámica igual que la boca, estuvieron siempre presentes en enterramientos.
En esa sociedad prehispánica, la figurina juega el papel de herramientas chamanísticas y ofrendas ofrecidas como promesa de índole funeraria o cotidiana, pues se encuentran en contextos ceremoniales (como tumbas) y domésticos (recuperadas en los postes de las viviendas).
Los restos también están asociados a uso y descarte de actividades de curanderismo en el caso de figuras con una pierna desprendida que aparentemente eran lanzadas al fuego.
Este tipo de rituales está ligado al chamanismo extático, donde se pasan piedras o tallas por el cuerpo, que luego son desechados, una práctica que se realiza en distintos lugares de Latinoamérica, incluso en grupos tribales modernos.
Las formas de las figurinas fueron cambiando a lo largo de 2 000 años de desarrollo de la cultura, desde la talla de guijarro al modelado en barro, y desde la representación fálica (del órgano reproductor masculino) a lo explícitamente femenino o masculino.
Las cerámicas también muestran un rol social diferenciado, con personajes con tocados de pieles de animales, con la cabeza plana o con deformación craneoencefálica. “Los usos son rituales, chamanes que además del aspecto espiritual, asumen el rol de científicos de la época”, indicó García.
El estudio compara muestras de artefactos provenientes de Santa Elena, Guayas y Manabí y de diversas colecciones, tomando como base una muestra procedente del yacimiento Real Alto (Santa Elena).
Las piezas de Real Alto cuentan con la información de procedencia (si fueron extraídas de casas, tumbas, postes o fogones) y se comparan con reservas como las del MAAC, que carecen de esa información de contexto, y a las que el estudio les “agrega valor”.