El mundo, sus músicas y sus personajes
Javier Ruibal
Javier Ruibal, como Rafael Alberti, nació en el Puerto de Santa María, España. Ser gaditano le da una manera peculiar de ver el mundo, un temperamento imprevisible. “Somos un poco livianos en lo existencial, pero no faltos de filosofía”. Para Ruibal, cruzar el Atlántico y llegar a Quito, es volver a la misma orilla, estar en casa. “La conquista fue una canallada, que nos dejó algo asombroso que compartir”.
Y a compartir llegó acá, vino como cantautor, una etiqueta no muy bien sonante y un apelativo bastante amplio -dice-. Cantautor -suelta- es quien atesora sus canciones, con las que pretende tener satisfacción y compartirlas sin fecha de caducidad.
En la canción ve un género literario, porque es letra, sin ella sería melodía; pero no por ello se trata de una música discreta, sino que “cada vez hay que hacerla mejor”. Eso sí, no puede dejar indiferente al oyente: lo involucra en una fábula, en una crónica de la realidad o en una abstracción filosófica. En su caso, las letras acogen el habla de la plaza y la casa, o lo lírico y sofisticado. Sus personajes están desplazados, ya por la migración o por la marginalidad, no son poderosos o suertudos, pero son obstinados, son héroes de sí mismos.
También escribe para otros, entonces se traviste. Pero hay veces en que los otros le piden que les componga un “ruibal”, y él las hace a su aire.
Un aire que bebe del flamenco y del rock, del jazz y las tonadas sefardíes. Ritmos que escuchaba en la radio de su casa, origen de su apego por la música y medio de su formación.
Una pasión con ritmo de blues
Guy Davis
Un “hambriento hombre loco”. Así se autodefine el estadounidense Guy Davis.
Entre la fuerza de las palabras y la belleza de la música, Davis es un poeta que a cada momento habla de la vida como una “batalla”. Para él, esa batalla por vivir lo ha llevado a crear canciones en las que la música es “el sonido de mi respiración”. Sus ritmos, que transitan entre el recoveco del recuerdo y la armonía del blues, son el testimonio de un hombre que lucha incesantemente. “El blues es la música de los sobrevivientes; de aquellos que en este mundo eran pobres, negros, que tuvieron que pelear para sobrevivir en condiciones difíciles”.
Y es que para este músico estadounidense, el poder de la música es único. “Ella es una fuerza que nos libera. Nos ayuda a abrir caminos en medio de tempestades”. Es así que a su criterio, las canciones deben ser escritas con el propósito de “hablar sobre lo que para muchos no está permitido hacer”. “Al igual que el poeta, el músico está en la misión de ir más allá y contar, por medio de palabras dulces, las amarguras que muchos sufren”, añade.
Junto a los 13 discos que forman parte de su producción musical, Davis ha desarrollado una pasión por las artes escénicas en obras como ‘Mulebone’ o ‘Trick the Devil’, esta última le valió el premio de la Blues Foundation Keeping the Blues Alive.
Tras más de 30 años de trabajo, para Davis una cosa es importante: dar lo mejor de sí. “En mi música trato de comunicar toda mi pasión por la vida. Ella me permite recordar que no estamos solos”.
Sonidos de una canción más fresca
Mikel Izal
Con su guitarra y sus canciones, Mikel Izal llegó a las alturas de Quito. Llegó no para el turismo culto de catedral, ruina y paseo, sino para perderse en la ciudad, en lo mundano y terrenal, en las conversaciones de su gente; llegó para la fiesta…
Ojalá y lo haya conseguido, sino una canción de su autoría se ha perdido. Es que en los temas de Mikel, si bien hay poesía, no es aquella que dialoga con los referentes literarios de su España natal, sino que su letra bebe de lo que escucha, del cine… En sus primeros temas era más poético -reconoce- ahora es más un relato.
Mikel está contento con el movimiento del 15M, de los ‘indignados’, porque es una respuesta mayoritariamente joven, justo cuando se les criticaba que no movían un dedo por nada. Y si bien considera que la música de contenido social se ha relajado bastante en los último años, cree que es un componente de la canción de autor, porque el cantautor es crítico de la sociedad. Pero, más allá de eso, para Mikel están el humor o el amor, otros temas.
Escribe con doble sentido, con un fraseo que capta la atención y dice que ser vasco le hace escribir desde la frialdad, que lleva años sin pareja y que mira todo eso como un espectador. Sí, escribe en soledad y huye de ser un ‘atormentado’; normal: quiere ser feliz. Y esas letras frescas entran en un sonido más pop rock, más moderno, siempre jugando.