Martes, casi siete de la noche, el objetivo es llegar a San Marcos en 10 minutos, desde la avenida 12 de Octubre y es hora pico. Asoma un taxi.
-A San Marcos por favor
-¿Qué calle?
-Junín y Bilbao
La Bilbao no existe. El taxista se confunde y trata de ubicarse, pero decide que irá a la Junín.
-¿Por ahí por el Mama Miche?, ¿No se ubicará?…
Mientras tanto, hace preguntas y comentarios sobre las leyendas de Quito: la Casa 1028, la Llorona, Cantuña, el Padre Almeida, el Gallito de la Catedral…
La calle es Ortiz de Bilbao, a tres cuadras al occidente de la Iglesia de San Marcos, subiendo por la Junín. Allí queda La Karakola, un “espacio para el arte contemporáneo”. A la entrada hay una pizarra, con tres máscaras de cartón, que tiene un vistoso marco amarillo: ‘Hoy cuentos…’. Al lado derecho, una planta de maíz anuncia un encuentro familiar. Están ahí, ya listos, los magos de la palabra.
La parroquia de San Marcos existe desde 1580, fue creada en ese año bajo la administración del obispo Fray Luis López de Solís y constituye hoy uno de los barrios más bellos del Centro Histórico de Quito. Está sobre la Loma Chica y no tiene más que tres cuadras, cuyos límites son la calle Espejo, al Norte; Junín, al Sur; Flores al Occidente y la quebrada profunda del Itchimbía al Oriente. A lo largo de la Junín hay, desde hace algunos meses, gracias a La Karakola, mucha actividad creativa.
Con una voz fuerte y firme anuncia Bolívar Bautista el inicio de Mingakuento. La sala no es muy grande, pero está repleta. Algunos escuchan desde afuera. Apenas empiezan los relatos el ambiente se llena de alegría, y también de extrañeza. Todos los presentes parecen niños en espera de un cuento que les haga sonreír, hay expectativa por la rica tradición oral no solo de Quito, sino de toda América, pues cuentistas de varias latitudes estuvieron en San Marcos esta semana.
La idea de la minga, como dice Bolívar Bautista, miembro de la Red de Narradores Ecuatorianos, viene de la costumbre indígena de los primeros habitantes del antiguo barrio. Lo que busca Mingakuento, asegura, es “rescatar la vecindad, la cuestión de la comunicación entre vecinos mediante el uso del espacio público, y también el arte de la palabra”.
‘Mink’a’ en kichwa se refiere a un grupo de amigos o vecinos que se reúnen para hacer un trabajo común gratuitamente. Y eso es lo que pasa en este encuentro. Los vecinos son gente de El Salvador, Argentina, Bolivia y Colombia. Es por eso que se pide una colaboración, para los cuenteros que vienen de lejos por amor a su oficio. Verónica Zapata, organizadora, recibe el dinero en un par de sombreros que lleva para el efecto.
Los cuentos, cómicos en su mayoría, son escuchados con entusiasmo y más de una vez aluden a las realidades de sus creadores. Hablan de sapos o aves, y el más gracioso se refiere a un médico que, por querer burlar a la muerte, desaparece del planeta. Entre personajes variopintos las noches de San Marcos son distintas esta semana. Quizás por la “vigencia del mito” de la que habla el historiador Vladimir Serrano, en su ensayo sobre el imaginario de Quito. Sea por la razón que fuere, los cuentos atrapan y el barrio se mira a si mismo de manera distinta.
Los participantes
Los cuenteros extranjeros fueron Graciela Vinelles (Argentina), Alejandro Jovel (El Salvador), Franklin Martínez (Colombia), Mauricio Pantoja (Bolivia).
Los cuentistas nacionales: Julia Mayorga, Karina Cruz, Zoila Piñeiros, Rocío Minda, Fidel Román, David Torres, Oscar Vangeliz, Pato Guzmán, ‘Eclipse Solar’, ‘Cuco Teatro’, Josein Morán,Saydum Choez, Choquilla Durán y Bolívar Bautista.