El escritor estadounidenseRay Bradbury falleció ayer a los 91 años. Su trabajo reveló a un autor preocupado por la supervivencia espiritual de la humanidad ante el materialismo rampante que inunda a la sociedad.
Y esa preocupación tuvo en ‘Fahrenheit 451’ su más contundente expresión. La novela, nacida como extensión del relato breve ‘The Fireman’, se inscribe en la tradición de los libros distópicos, junto a ‘Un mundo feliz’, de Aldous Huxley, o ‘1984’, de Georges Orwell; relatos que describen a sociedades donde un gobierno oprime a la totalidad o a parte de sus ciudadanos. En el caso de ‘Fahrenheit 451’, la represión se da sobre la lectura y la libre circulación de ideas, pues los libros están prohibidos y en caso de hallarse uno este sería incinerado por un escuadrón de bomberos dados a esa tarea. El número del título marca la temperatura de autocombustión del papel.
En el relato, los bomberos se encargan de rastrear los libros y quemarlos. Pero el joven bombero Guy Montag duda sobre su trabajo después de hojear algunos ejemplares que se lleva en secreto. Ese acto de sedición más los eventos traumáticos que se desencandenan durante su servicio fortalecerán su escepticismo.
Con esa trama, Bradbury no solo criticó a los regímenes totalitarios, su pluma apuntó contra la postura acrítica de la sociedad de consumo, una postura que posibilita la relación de situaciones distópicas. El gobierno autoritario de esa sociedad creada por Bradbury consideraba que leer impedía ser felices, pues al hacerlo los hombres empezaban a ser diferentes, rompían su uniformidad y cuestionaban las acciones de sus mandantes. Sí, leer puede resultar angustiante, mas, por ello mismo, despierta reflexiones, motiva cuestionamientos y emancipa el pensamiento.
Si esa antiutopía se tornara realidad, la librera y escritora Mónica Varea ya prevé una reacción: “Creo que los amantes de los libros y buenos lectores nos volveríamos ‘terroristas’, nos tomaríamos las plazas, los parques, las calles, los teatros y empezaríamos unas largas jornadas de lectura en voz alta, la magia de las palabras acabaría con el fuego”.
Sin embargo, la escritora Gabriela Alemán cree que esa situación dejó de ser posibilidad y es ya una realidad. “Quemar, tirar, hacer pulpa. Todo está pasando en un mundo donde se recortan presupuestos, desaparecen bibliotecas, trituran libros luego de un mes en vitrina o no existen bibliotecas”. Para ella, Bradbury llegó a verlo y por eso siguió defendiendo el lugar de los libros y las bibliotecas (donde él se formó como escritor) hasta el fin.
Mientras que el periodista y escritor Edwin Alcarás, para quien los libros son el invento más misterioso que ha creado el ser humano, considera que Bradbury captó ese misterio y lo puso en clave de amenaza. “¿Qué pasaría si no tuviéramos libros? Seríamos unos individuos rotos, desconectados de sí mismos, una suerte de zombis existenciales. La literatura es ese misterio que nos hace potable la idea de la muerte. Bradbury lo comprendió”.
Otras obras del autor
‘Crónicas marcianas’ (1950). Una serie de relatos que narra la llegada de los humanos a Marte y la colonización del ‘planeta rojo’.
‘El hombre ilustrado’ (1951). 18 relatos donde la tecnología puede destruir a la humanidad.