Por más de cuatro siglos, entre los anchos muros de la Catedral Metropolitana de Quito, permaneció oculto un tesoro para la historia musical: las copias originales de la partitura de la misa en honor al rey Felipe II de España, escritas en 1596, por el compositor franco flamenco Philippe Rogier.
En 2001, como parte de un proyecto cultural de la petrolera Repsol, el investigador español Alejandro Massó halló el libro incunable, con las partituras en el archivo del templo. Massó hizo una primera transcripción de la forma gregoriana al lenguaje moderno y editó un folleto. Sin embargo, la partitura no llegó a interpretarse sino hasta el 4 de abril del 2010, por el Coro Mixto Ciudad de Quito, bajo la dirección de Jennifer Vera Martínez, cubana-francesa.
El libro de misas hallado contiene seis piezas, entre las que se incluyen la dedicada a Felipe II y otras cuatro de Rogier, más una dedicada a la Santísima Trinidad, de Géry de Ghersem.
Según monseñor Hugo Reinoso, dean de la Catedral de Quito, el documento estaba en una de las bodegas de la Catedral y no se hallaba en excelentes condiciones: “Seguramente existen actas de su llegada a Quito, pero con el descubrimiento del Dr. Massó se registraron en el archivo”. Ahora el libro puede observarse en el museo que administra el templo mayor.
La historia del descubrimiento del misal continuó con la participación de los investigadores Gustavo Lovato (Ecuador) y Miguel Juárez (Argentina). Ellos conocieron de la transcripción de Massó y tuvieron acceso al documento original, al que tomaron fotografías hoja por hoja.
Tras dar todas las facilidades de acceso a los documentos, el dean Reinoso constató que el trabajo se realizase con un procedimiento sistemático y científico. La manipulación de las antiguas hojas requería el uso de guantes y mascarillas.
Lovato y Juárez cotejaron las partituras originales con la transcripción de Massó. Acto seguido se dieron a la tarea de reelaborarla. En ese trabajo, Juárez, organista, hizo una reducción de las partes del coro mediante el órgano. Además se aumentaron algunas repeticiones con el trombón. El proyecto siguió con la interpretación de la misa en la Casa de la Música, el 11 de octubre de 2010. El recital se registro en un disco que recientemente salió a circulación. Una próxima presentación se prevé para el 20 de enero de 2011 en la Casa de la Música.
La composición de Rogier se divide en cinco movimientos: Kyrie, Gloria, Credo, Sanctus y Agnus Dei. Y en toda su estructura mantiene un ‘cantus firmus’ que dice: “Phillipus Secundus Rex Hispanie”. Un hecho destacable, pues esta misa no está dedicada a Dios, sino a un hombre. Claro, se trata de Felipe II, “el más representativo de los reyes católicos de España”, según Juárez.
El organista añade que en su testamento, Géry de Ghersem, consigna el envío de cuatro ejemplares del libro a la Indias, de los cuales, presuntamente, el único sobreviviente en América sería el de Quito. Otro ejemplar se conserva en Madrid.
Documentos como este -señala Hugo Reinoso- de similar o menor valor histórico, seguramente se hallan en otros templos o conventos del país, pues en todos se practicaba el oficio de laúdes y maitines.
Prueba de ello son los 300 folios que hace 16 años halló el investigador ecuatoriano Mario Godoy en un convento de Ibarra. Ahora, Juárez trabaja en la transcripción de estas piezas, manuscritos de música colonial polifónica compuesta aquí .
La investigación musical en el país es incipiente. Los trabajos se realizan por iniciativa de entidades privadas, educativas o culturales. Una razón, según Juárez, es que el sistema de conservatorios instaurado en el país no contempló la enseñanza de musicología. Además -señala- que la cátedra se cerró en la Universidad de Cuenca, mientras que en la Espíritu Santo, de Guayaquil, no consta ningún inscrito.
El equipo
Gustavo Lovato. El director musical de la Casa de la Música es el responsable de la reinterpretación de La misa en honor al rey Felipe II de España. Es el productor de la grabación.
Miguel Juárez. El organista e investigador argentino redujo las voces para órgano. También participó en un proyecto de rescate de villancicos antiguos, hallados en Ibarra.
Juan Castro Velásquez. El historiador y crítico de arte guayaquileño fue testigo de la labor investigativa y del estado de conservación de este libro de partituras antiguas.
Mons. Hugo Reinoso. El sacerdote, dean de la Catedral Metropolitana de Quito, dio acceso y brindó las facilidades para que la investigación pueda realizarse.
Alejandro Massó. El investigador español descubrió el libro de partituras en 2001, en el Archivo de la Catedral de Quito.