Entrevista a Gilles Mouëllic. Académico francés especialista en jazz y cine.
Hay una tensión entre el cine y la música. Theodor Adorno, por ejemplo, criticaba el sometimiento de una partitura a una película. ¿Cuál es su criterio al respecto?
Adorno, más bien, criticaba a la música de las películas de Hollywood porque decía que sus códigos estaban basados en obras del siglo XIX. La música es la compañera natural del cine porque siempre este arte ha vivido con la presencia de músicos. Ya en el cine mudo estaban los músicos que interpretaban en vivo. No creo en una dicotomía ontológica entre música y cine. No son dos adversarios.
En esta relación con el cine, ¿cuál ha sido el principal aporte del jazz?
En las primeras funciones había un músico cuyo trabajo era estar en las salas de proyección y musicalizar en vivo. Creo que estos músicos que estaban frente a la pantalla eran jazzistas. No necesariamente porque tocaban jazz, sino porque eran improvisadores. Ahí nace esta imbricación entre jazz y cine, en la idea de la inmediatez.
¿Aún se sostiene la idea de improvisación en el cine en plena época de industrialización de este arte?
En los años 30, Hollywood despreció el jazz porque era de negros. Pero tuvo que darse cuenta de que era la música de la América popular. Entonces se empezó a filmar el jazz como si fuera un espectáculo. Después el jazz logró infiltrarse en el cine de manera más subterránea a través del claqu é, introduciendo este ritmo en cada comedia musical.
¿Cómo continuó?
En los años 40, en el jazz empieza el movimiento bebop y ahí el cine se aleja de él. Si en los años 20 y 30 el jazz estuvo ligado a la luz de América, a partir de los años 40 está vinculado a lo sórdido.
Después, en los años 50, con la llegada de los plató de televisión, el cine se pudo liberar de esa pesadez de la técnica y permitir el juego actoral. Entonces se pueden encontrar lugares donde todo el mundo está improvisando: el camarógrafo, el ingeniero en sonido, el iluminista… Todo para que el actor también improvise.
¿Y ahí qué pasa?
Así que, con todas esas técnicas, nace un nuevo tipo de cine que intenta crear cosas más liberadas, basándose nuevamente en cosas como el jazz, como es el caso con ‘Shadows’ (John Casavetes, 1959). Eso sí, nunca este cine va a ser mayoritario, siempre va a ser ‘underground’. Es muy importante especificar que la historia de la improvisación en el cine es una historia técnica, porque no hay que olvidar que el cine es un arte totalmente tecnológico.
En una entrevista dijo que el cine y el jazz evolucionaron de manera paralela. ¿En la actualidad se puede sostener eso?
En el cine ‘mainstream’ esto sucede de manera paralela y no se cruza. Pero en un cine más marginal, ahí sí hay varios puntos de encuentro.
¿En algún momento se podrá ver un encuentro entre el cine ‘mainstream’ y el jazz?
Ya hubo un encuentro en este cine con directores como Clint Eastwood y Martin Scorsese en los años 80. El cine no puede olvidar al jazz porque indiscutiblemente forma parte de la historia negra de América.
Gilles Mouëllic es responsable de las investigaciones en la maestría en estudios cinematográficos de la Universidad de Rennes. Su tesis doctoral versó sobre ‘Jazz y cine: convergencias estéticas’. Ha publicado seis libros en torno a la música y la cinematografía.