La primera novela de Silvia Stornaiolo aborda un matrimonio decadente desde la turbación, la desolación y el
En la prosa directa con la que Silvia Stornaiolo Witt (Quito, 1980) construye su ‘Tanta joroba’ no hay motivos ni tiempo que perder para responder preguntas, hay, eso sí, turbación. Toda la narración es una serie de pequeñas tragedias, de melodramas, que en su carácter cotidiano, intentan transgredir una realidad a todas luces desoladora.
Una atmósfera de pesadilla rodea a esta breve novela, en la que la perspectiva femenina liga las acciones y las declaraciones de una torcida relación conyugal. Se trata de una mirada hacia adentro de Yuta, la protagonista. Su pasado, su familia, sus ligazones con Boti, su matrimonio con Viso, la venganza contra Mirta, son los marcos que desarrollan la trama.
El camino que la protagonista sigue es uno que debe terminar, pero que vuelve a empezar, para desencantarse nuevamente, porque algo fijo permanece: “nunca va a pasar nada”.
Todos los personajes son parte de existencias tangenciales, vidas que se desarrollan en la periferia de lo normal, en el territorio de la deformidad. Los contextos del hogar y la familia están allí como confirmación del abandono. Están padre y madre, la ausencia del artículo para designarlos deja ver su presencia absoluta y su injerencia apabullante sobre el crecimiento y la actitud de la protagonista. En el mismo núcleo está Boti, el hermanastro de Yuta, también el amante brutal de Yuta.
Ya fuera del hogar aparecen Donna y Maela, más que personajes, posturas necesarias para evidenciar la desnudez de Yuta.
La novela en cuanto a forma y ritmo se hace de fragmentaciones. En medio de esa fragmentación aparecen, como incisos, otros textos, la correspondencia entre Yuta y Viso. Sus cartas terminan siendo, en papel y firma, el último contacto sensible entre la pareja. Como si la palabra escrita fuera máscara de dignidad, ante el engaño y la decadencia.
Y aunque lo carnal pareciera ser la puerta de escape ante todo el desamparo encerrado en Yuta, termina siendo un pretexto, una acción para pasar las horas del día y para que ella se encuentre en el placer fugaz y, sobre todo, en el dolor resultante.
Así, ‘Tanta joroba’ se puede leer como el peso y la deformidad del miedo, aquella contrafuerza que evita que las cosas tomen su curso, porque de hacerlo se impone la certeza de la pérdida. FPC