Más de 500 años de dominación son motivo suficiente para que la audiencia (adultos y niños) salte al escenario y en un acto de ‘reinvindicación’, diversión y picardía se ensañe, con bombas de papel mojado, contra la representación del dominante: un ‘gringo’ pálido y maniatado. Ese acto de ingenua venganza fue promovido por los personajes de ‘Mingus Mingus Mingus Mingus Mingus’, espectáculo de circo contemporáneo que se presentó en el Teatro México.
Sobre el piso y en el aire, las acrobacias se multiplicaron desde los cuatro cuerpos que se destornillaban hacia la locura en ese escenario; mientras que un quinto bailaba y se elevaba con la música emitida desde los acetatos que giraban en un platinado tocadiscos: jazz, el jazz de Charles Mingus. El show le debe al contrabajista californiano, autor de Goodbye Pork Pie Hat, su nombre, su esencia, su chifladura.
Así, con música y trucos que arrancaban el asombro y el aplauso de los espectadores, los actores hicieron que el escenario sea justamente el espacio donde todo es permitido, donde toda autoridad es cuestionada, donde hay lugar para la maravilla y la libertad.
Con desparpajo y talento, entre saltos, piruetas y malabares, el elenco pasó de su desnudez inicial a llenarse de elementos y de un aura que todo lo volvió posible. Y esa agilidad de los cuerpos fue compensada con la agilidad de las mentes para hallar el punto donde la realidad se quiebra; produciendo una fuga por la que el humor se regó y se reprodujo en la chispa y la risa de los presentes, principalmente de los niños, siempre más abiertos y dados a actuar sin reparos ni ataduras.
El hilo del espectáculo fue dado por la música, del cool jazz al third stream, y la continuidad que se consiguió entre número y número, durante 55 minutos que parecieron muchos menos. El resto lo ponía la estética ‘vintage’ que daba la atmósfera al lugar, lugar que terminaría desbaratado, con cualquier rezago de solemnidad eliminado y olvidado.
Girar en aros, trepar la cuerda lisa, descomponer el cuerpo como si no tuviese articulaciones, correr, saltar, caer… Los actores de Porte 27 y Accidental Company lo hicieron todo hasta entonar una canción, un canto “ñoño” para conseguir la reconciliación con el gringo vapuleado, para aliviar cualquier indicio de culpa (aunque el descaro fue lo único que quedó claro). Y volviendo a Mingus y a su jazz, todos elevaron su voz en un largo: “Freedom”.