Aunque el Pobre Diablo lució lleno durante los conciertos que ofreció el jazzista Héctor Napolitano, para Pepe Avilés, uno de los propietarios del lugar, esto no significa que este género musical adquiera más seguidores. “A la gente le gusta menos el jazz; quiere más espectáculo”, comenta Avilés, quien lleva 22 años ofreciendo esta música en el lugar ubicado en la Galavís e Isabel La Católica.
Al respecto, la visión de los músicos es otra. Por ejemplo, Ramiro Olaciregui, artista de la escena quiteña, opina que el jazz suena con mayor frecuencia en la capital y tiene más seguidores. Para él, esto es posible gracias a los diferentes festivales que se realizan año tras año; los diversos espacios para hacer música; y en un hecho en particular: las jam sessions.
Estilo no muy nuevo de hacer música en la ciudad pero que en los últimos años tiene mayor difusión en los locales de jazz, la jam session reúne a los músicos alrededor de un compositor o banda. No importa el “nivel musical que el intérprete pueda tener, pues la idea es conocer a otros músicos, por lo general jóvenes, e improvisar en el escenario”, dice Avilés. A su criterio, la jam session ha sido “el alma del jazz” y por ello su dinámica, tanto de asistentes como de temas, es muy distinta a la que se ofrece en un concierto, y talvez por ello es que tiene un mayor número de público.
El dinamismo que pueda tener una jam session depende mucho de las facilidades que ofrece la banda o músico que lidera la sesión. Al menos ese es el criterio de Daniel Toledo, contrabajista con estudios de jazz por en la Universidad San Francisco de Quito. A sus 20 años, Toledo es músico de planta de Strawberry Fields, un local ubicado en el sector de la González Suárez donde todos los martes desarrolla, junto a su agrupación, jam sessions.
Según comenta el contrabajista, desde que dio sus primeros pasos en el mundo del jazz, a los 14 años, hasta la actualidad, este género ha adquirido más seguidores. “En las jam sessions del Strawberry se puede mirar que cada vez hay más gente que nos acompaña”. Él nota que en Quito han aumentado el número de músicos y “eso lleva a que la ciudad entre en un proceso de hacer música totalmente nuevo”. Opina que el crecimiento de las jam sessions se debe a que los varios jóvenes intérpretes buscan darse a conocer desde temprano.
Y no sólo los músicos notan que se ha acrecentado el público. Daniel López, joven amante del jazz, cree que hay más asientos frente a los músicos. “Es increíble ver cómo en una ciudad tan pequeña puedas encontrar casi una jam session por día a la que asisten varias personas”, dice el universitario a las afueras de La Estación, bar ubicado en la zona rosa de Quito en el que, en la semana pasada, escuchó jazz gitano.
Lo mismo opina Diego Franco, músico que empieza su carrera musical como jazzista. Hace más de un año él asistió por casualidad a una jam session en el bar La Liebre, sobre la González Suárez, y meses atrás optó por estudiar la carrera de música. “Mirá, lo que tenés acá es algo curioso. El público quiteño que gusta del jazz es poco, pero está creciendo gracias a los nuevos formatos para interpretar en los bares”, señala.
Lugares en la capital
El Pobre Diablo. Está ubicado en las calles Galavís e Isabela Católica. Los conciertos generalmente se inician a las 22:00, de miércoles a sábado.
La Liebre Video-Café. Se encuentra en la González Suárez 822. Sus jam sessions son las más conocidas de la ciudad.
Strawberryfields. Los martes hay ‘jams’ en el local de la González Suárez.