Así como se puede decir que el trabajo del director japonés Akira Kurosawa es ya un clásico del cine de culto, en literatura el nombre de J.D. Salinger es indisociable de los clásicos de la literatura de este tipo.
‘El guardián entre el centeno’, coinciden dos lectores empedernidos como Alfonso Reece y Gonzalo Maldonado, es quizá uno de los libros que mejor representa a la literatura de culto que ya se puede llamar clásica. Igual que el ‘Ulises’ de James Joyce o ‘Confesiones’, del célebre Jean Jacques Rousseau. Y qué decir de la obra de Ralph Waldo Emerson y su trascendentalismo.
Caminando hacia adelante en el tiempo, ahí están también el ‘Aullido’ de Allen Ginsberg, el ‘En el camino’ de Jack Kerouac y ‘El almuerzo desnudo’ de William S. Burroughs; a partir de los cincuenta no fueron pocos quienes quisieron emular la vida de los representantes de la Generación Beat, con los excesos y los abismos de rigor, por supuesto.
Y, seguramente, en esta clasificación tampoco pueden faltar ‘El gran arte’ de Rubem Fonseca o ‘La conjura de los necios’, del tempranamente desaparecido John Kennedy Toole. También están quienes en esta misma categoría de clásicos abogan por los más cercanos a nuestro tiempo: ‘La trilogía de Nueva York’ de Paul Auster o el descarnado ‘Generación X’ de Douglas Coupland.
Estando aquí, miremos a esa literatura de culto producida en nuestros días. Entonces es indispensable mencionar las obras de los españoles Ray Loriga y José Ángel Mañas (ambos en sus 40); sobre todo la de Mañas que según Maldonado ha propiciado todo un comportamiento generacional. O al estadounidense Don Delillo, con su ‘Cosmópolis’ (2003). Sin olvidar a ‘Noches de cocaína’, del inglés J. G. Ballard.
Más cerca a nosotros están las obras de los argentinos César Aira y Eduardo Gudiño Kieffer; pero ya hay un nombre indispensable, candidato a clásico de culto: Roberto Bolaño. Reece jura ya haber visto desfilar por su librería a sus seguidores, con el mismo aire desgarbado de su ídolo.